Para el día de hoy (08/02/12):
Evangelio según San Marcos 7, 14-23
(Jesús llama a las gentes, a los discípulos, a todos los que estaban allí. Quizás la falta de nombres propios en esta lectura nos invita a poner los nuestros, como espectadores atentos y expectantes de lo que Él nos está diciendo.
En nuestro aquí y en nuestro ahora -kairos, tiempo de Dios, Palabra de Vida y Palabra Viva- seguimos incurriendo a repetición en el mismo error grosero de los escribas y fariseos de aquellos tiempos: nos aferramos a normas, preceptos y criterios básicos a cumplir, en la idea de que a partir de ello accederemos a la Salvación y seremos portadores de la bendición de Dios.
Pero así olvidamos que es el año infinito de la Gracia, de lo dado en pura gratuidad y por amor del Dios de Jesús de Nazareth antes de la acumulación voraz de méritos piadosos. Y la bendición de Dios también es don, toda la humanidad ha sido bendita pues Dios se ha hecho uno de nosotros, el más humano de todos, Jesús el hijo de Dios vivo.
En estas costumbres se vuelven imprescindibles los expertos en estas cuestiones, almas puntillosas que nos señalen y codifiquen qué es lo que debemos cumplir y qué es anatema, o si se quiere, qué es lo puro y cristiano y qué no lo es.
La propuesta del Maestro es propuesta de liberación y plenitud integrales, y el camino es el amor que se expresa en lo que hacemos y dejamos de hacer con el otro. Lo que nos ata y lo que oprime a tantos es la mala cizaña que viene de lo profundo del corazón, en todos los casos con el color opaco y apagado del egoísmo.
Indefectiblemente se cosecha lo que se siembra, y tal vez -además de los cuidados médicos que todos necesitamos- debamos comenzar a cuidar con esmero qué cosas son las que nos nacen en las honduras del alma: ésas y no otras son las que llegarán al centro cordial de nuestros hermanos)
Paz y Bien
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