Para el día de hoy (13/06/20):
Evangelio según San Mateo 5, 33-37
En el Evangelio para el día de hoy, el Maestro interpreta de una manera muy distinta a la de sus contemporáneos -y de los nuestros también- del mandato de no jurar en falso, y su lectura siempre vá allá de la letra, a partir del Espíritu que inspira ese precepto.
Es menester que nosotros también comencemos a acercarnos a esta Palabra Viva con ojos proféticos y desde esa infinita voluntad de Dios de que la vida se inscriba, siembre y germine desde cada corazón antes que desde piedras lajas talladas con diez mandamientos. Todo ello supera por lejos lo procesal, lo jurídico, y no se trata de que ello sea repudiable, sino que el Reino está lejos, muy lejos de cualquier legalismo.
¿Qué significa jurar por? Implica poner en juego a algo o alguien que es mayor que uno mismo, y en muchos casos se presupone que el quebrantar lo prometido o no decir la verdad implica un castigo o sufrimiento a quien se pone como diana apuntada en el juramento. Ello no escapaba de lo religioso, llegando a nuestra época el jurar por Dios, por los Evangelios, por lo que fuere.
Pero Jesús de Nazareth lo enseñó con una claridad meridiana, y es que la verdad nos hace libres.
Por ello, tal vez -sólo tal vez- sea necesario retirarnos por un momento al desierto de la sinceridad y la humildad. Porque el trasfondo de todo esto es la minimización de lo que se dice, del valor de los propios dichos, del compromiso perdido de la palabra que se empeña.
Porque somos nuestras palabras, las que decimos y las que callamos, y también -en este tiempo tan informatizado- somos las palabras que escribimos.
En el maravilloso vértigo de la verdad, en cada palabra nos jugamos la vida.
Por eso la afirmación de Jesús de Nazareth de acotarnos a un sí o a un nó: se trata de honradez y transparencia, de ser reconocidos a través de la veracidad y la fidelidad en lo dicho.
La palabra empeñada es el verdadero tesoro perdido de estos tiempos.
Paz y Bien
Es menester que nosotros también comencemos a acercarnos a esta Palabra Viva con ojos proféticos y desde esa infinita voluntad de Dios de que la vida se inscriba, siembre y germine desde cada corazón antes que desde piedras lajas talladas con diez mandamientos. Todo ello supera por lejos lo procesal, lo jurídico, y no se trata de que ello sea repudiable, sino que el Reino está lejos, muy lejos de cualquier legalismo.
¿Qué significa jurar por? Implica poner en juego a algo o alguien que es mayor que uno mismo, y en muchos casos se presupone que el quebrantar lo prometido o no decir la verdad implica un castigo o sufrimiento a quien se pone como diana apuntada en el juramento. Ello no escapaba de lo religioso, llegando a nuestra época el jurar por Dios, por los Evangelios, por lo que fuere.
Pero Jesús de Nazareth lo enseñó con una claridad meridiana, y es que la verdad nos hace libres.
Por ello, tal vez -sólo tal vez- sea necesario retirarnos por un momento al desierto de la sinceridad y la humildad. Porque el trasfondo de todo esto es la minimización de lo que se dice, del valor de los propios dichos, del compromiso perdido de la palabra que se empeña.
Porque somos nuestras palabras, las que decimos y las que callamos, y también -en este tiempo tan informatizado- somos las palabras que escribimos.
En el maravilloso vértigo de la verdad, en cada palabra nos jugamos la vida.
Por eso la afirmación de Jesús de Nazareth de acotarnos a un sí o a un nó: se trata de honradez y transparencia, de ser reconocidos a través de la veracidad y la fidelidad en lo dicho.
La palabra empeñada es el verdadero tesoro perdido de estos tiempos.
Paz y Bien
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