Cristo nos aleja todas las tormentas de la existencia
















Para el día de hoy (30/06/20):  

Evangelio según San Mateo 8, 23-27









El mar de Galilea en donde esos hombres navegan es en realidad un lago de agua dulce que se halla al noreste de Israel. Curiosamente, se ubica a unos doscientos metros bajo el nivel del mar, creándose una suerte de olla profunda, al encontrarse rodeado de montes y cerros. Por entre esa geografía complicada suelen filtrarse fuertes vientos que por la misma disposición del mar parecen multiplicarse y agigantarse en las olas que generan, a menudo de manera subrepticia, sin aviso previo.
Esos hombres eran en su mayoría pescadores de oficio, navegantes avezados de esas aguas, por lo cual si los gana el miedo es indicativo de que la tormenta era fuera de lo común, y que la situación había tornado brava, imprevisible, peligrosa. Y los ánimos se magnifican porque Cristo, que vá con ellos, se ha dormido en esa barca que se estremece.

Hasta aquí una lectura superficial. Es menester ahondar en las profundidades, con la confianza de que ningún esfuerzo será vano, y que también nos alejaremos del nefasto riesgo de la literalidad, de cualquier atisbo de fundamentalismo.

Esos hombres se embarcan en esa pequeña barca que se sacude y parece hundirse porque, ante todo, Jesús ha subido y los discípulos lo han seguido. Las tormentas que sobrevienen en la barca de la Iglesia son consecuencia directa y luminosa del seguimiento y el discipulado. Más aún, cuando no hay tormentas hay un indicativo tácito de que la Iglesia no sigue fielmente al Maestro.

El Cristo dormido en la cabecera de la barca es el Cristo muerto en la cruz, Cristo cercado por los oleajes inmisericordes de la muerte y la derrota. Sólo desde la fé y desde la confianza en el amor de Dios que lo levanta es posible permanecer sin perecer, sabedores de que ese Cristo se despertará y con voz fuerte hará retroceder a la muerte y a toda fuerza del mal.

Porque Él conduce a los suyos sin resignaciones a la orilla asombrosa de la Resurrección y la vida.

Paz y Bien

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