Para el día de hoy (29/04/20):
Evangelio según San Juan 6, 35-40
La biología es determinante: puede faltar el sustento durante períodos acotados -en buena hora, en ayunos que sean ofrenda, en mala hora por la injuria del hambre y la pobreza- pero su falta prolongada o total lesiona en estadios primarios la salud, y de modo agravado la existencia misma.
Digámoslo más sencillo y claro: sin sustento, sin comida, sin pan no hay existencia, hay muerte. El alimento es objetivo, nuestra naturaleza no produce nutrientes intrínsecos. Si no comemos. morimos, así, lisa y llanamente.
Sin embargo, en aquellos sitios o comunidades en donde las gentes se alimentan bien, inclusive allí la muerte ha de llegar como parte del proceso mismo de la vida, tránsito entre el nacer y el morir.
Pero a aquellos campesinos que lo escuchaban con los ojos bien abiertos y a todos y cada uno de nosotros, Jesús de Nazareth nos afirma sin ambages que Él mismo es el pan de vida, el pan mayor, el pan infinito que se ofrece a toda la humanidad, el pan que otorga vida más allá de los límites de estas existencias limitadas que somos.
Atreverse al Pan de Vida es tener el coraje y la confianza de pasar de la mera supervivencia a una vida plena de sentido, de horizonte y con destino generosamente regalado de eternidad.
El pan de vida, Cristo mismo, transforma nuestras existencias en vida con mayúsculas, más allá de cualquier mérito, a pura bondad, a toda Gracia, desde la comunión con los hermanos, desde la mesa compartida, desde el servicio brindado con alegría que se hace acción de gracias, Eucaristía, cada vez que en cobijo fraternal nos reunimos y celebramos en su Nombre.
Paz y Bien
Digámoslo más sencillo y claro: sin sustento, sin comida, sin pan no hay existencia, hay muerte. El alimento es objetivo, nuestra naturaleza no produce nutrientes intrínsecos. Si no comemos. morimos, así, lisa y llanamente.
Sin embargo, en aquellos sitios o comunidades en donde las gentes se alimentan bien, inclusive allí la muerte ha de llegar como parte del proceso mismo de la vida, tránsito entre el nacer y el morir.
Pero a aquellos campesinos que lo escuchaban con los ojos bien abiertos y a todos y cada uno de nosotros, Jesús de Nazareth nos afirma sin ambages que Él mismo es el pan de vida, el pan mayor, el pan infinito que se ofrece a toda la humanidad, el pan que otorga vida más allá de los límites de estas existencias limitadas que somos.
Atreverse al Pan de Vida es tener el coraje y la confianza de pasar de la mera supervivencia a una vida plena de sentido, de horizonte y con destino generosamente regalado de eternidad.
El pan de vida, Cristo mismo, transforma nuestras existencias en vida con mayúsculas, más allá de cualquier mérito, a pura bondad, a toda Gracia, desde la comunión con los hermanos, desde la mesa compartida, desde el servicio brindado con alegría que se hace acción de gracias, Eucaristía, cada vez que en cobijo fraternal nos reunimos y celebramos en su Nombre.
Paz y Bien
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