Orar siempre, orar sin cesar, vidas orantes



















Para el día de hoy (05/03/20): 

Evangelio según San Mateo 7, 7-12








La llamada Regla de Oro no es nueva ni es establecida en el ministerio de Jesús de Nazareth, y la podemos encontrar en numerosas culturas mucho antes del advenimiento de Cristo; tiene que ver con principios de reciprocidad -éticos- que buscan la convivencia armónica y justa en una misma comunidad o sociedad.
Sin dudas, es muy importante y seguramente forma el núcleo de organización social y del corpus legal básico de cada pueblo. No obstante, en todos los casos podemos observar una enunciación negativa, es decir, dejar establecido lo que está prohibido, no hagas al otro lo que no quieres que te hagan a tí, y así sucesivamente.

Lo novedoso de la formulación de la Regla de Oro que realiza el Maestro es lo propositivo, lo proactivo, el tender puentes de amistad y concordia que serán semillas de fraternidad y establecerá nuevos y amplios ámbitos de justicia, de respeto, de tolerancia.

Es claro que lo que atenta contra ello es la tendencia a abstraerlo todo, a desencarnarlo en falsa utopías que enmascaran horrores. Pero más aún, al egoísmo social e individual que impide ver más allá de uno mismo, y así no se reconoce al prójimo, al hermano, al otro hijo de Dios sea como sea, haga lo que haga, piense lo que piense, tan hijo como nosotros.
Es menester dejar en claro que Cristo no viene a instaurar una nueva corriente filosófica o ideológica, ni a ofrecer un modelo de sociedad alternativa: Él trae la mejor de las noticias, el amor de Dios entre nosotros.

Desde el amor y por la fé con que se nos ha privilegiado sin merecerlo, sabemos de la eficacia de la oración. Pedir, buscar, llamar, sabiendo que invariablemente seremos escuchados, que no será en vano cualquier plegaria, que no caerá en saco vacío.
Orar, orar sin cesar, orar sin desmayos pero más aún, que toda nuestra vida sea una vida orante, Evangelio que late.

Porque la oración constante es importantísima, pero lo decisivo es la bondad de ese Dios que es Padre y que siempre nos escucha.

Paz y Bien

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