Para el día de hoy (17/03/20):
Evangelio según San Mateo 18, 21-35
Para la mentalidad del siglo I el perdón y su cuantificación era una de las cuestiones cruciales; desde antaño, la tradición de Israel buscó morigerar las consecuencias de toda venganza, y su más claro ejemplo fué la Ley de Talión. Con el correr de los años, se profundizó la casuística rabínica y se estableció como tres el número de veces que se ha de perdonar al hermano que comete una ofensa o provoca un daño: es menester aclarar que el término hermano refiere al concepto de prójimo establecido, es decir, a otro hijo de Israel, nunca a un gentil ni a un pagano.
Es por ello que el cálculo que hace Pedro es muy generoso y supone un gran esfuerzo intelectual para romper con esos esquemas antiguos. Siete veces tiene una implícita referencia a la perfección, pues para esa cultura el número siete supone un simbolismo de lo divino: es decir, en cierto modo Pedro intuye la dinámica de la enseñanza del Maestro, el ir más allá de los criterios mundanos hacia el corazón de Dios, pero en él persisten ciertos esquemas anquilosados.
El Maestro lo sorprende con una afirmación contundente: no debe perdonar siete veces -que ya era una enormidad-, sino setenta veces siete, y con ello no lo impulsa a un nuevo cálculo con resultados elevados, sino que le plantea la desmesura del Reino. Setenta veces siete implica, desde su Sagrado Corazón, setenta veces siempre.
Para auxiliarlo, se vale de una parábola. A menudo, tomamos las parábolas del Maestro como medios a través de los cuales Él nos enseña, olvidando quizás el cuidado que pone en abrirnos ventanas insospechadas al misterio infinito de Dios.
La parábola tiene ribetes alegóricos. Dios no es un rey que, llegado el caso, entregue a sus servidores a los verdugos. Una de las claves estriba en el monto insalvable de la deuda, diez mil talentos: ellos equivalen a más de cien toneladas de oro.
Allí encontramos dos cuestiones importantísimas: el servidor tiene la plena confianza de su Señor, pues se le confía una suma inverosímil. Pero lo verdaderamente crucial es esa deuda -impagable en varias vidas- que se le condona, a puro impulso de misericordia.
El cálculo de la Salvación que le correspondería hacer a Pedro y a todos nosotros pasa por nuestra capacidad de perdón, pues aquél capaz de perdonar pues se ha descubierto antes perdonado por Dios, es capaz de albergar en su corazón a más y más hermanos, hermanos que son tales no por pertenencia a un pueblo, a un grupo o a una religión, sino por su condición única e insustituible de hijos del mismo Padre que es infinitamente rico en misericordia.
Paz y Bien
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