Para el día de hoy (13/03/20):
Evangelio según San Mateo 21, 33-46
La parábola que nos convoca en la lectura del día tiene un carácter profético por el tenor de advertencia respecto de la injusticia, de lo que es ajeno a Dios. Por otra parte y siguiendo el rumbo cuaresmal, tiene un color de violencia ascendente, vorágine creciente que encontrará su reflejo exacto y simbólico en los días de la Pasión.
Esa violencia del lenguaje es también parte de la profecía que expresa: Jesús les habla a los sumos sacerdotes y a los ancianos/senadores de Israel quienes integraban el Sanedrín, máxima autoridad religiosa y judicial de Israel que se amparaba bajo el paraguas protector del ocupante romano.
El ejercicio de ese poder casi absoluto sobre el Pueblo Elegido les incrementaba su soberbia.
Tradicionalmente Israel se representaba bíblicamente como la Viña del Señor; en esa representación, Dios es el dueño de la viña y los custodios de Israel, las autoridades, los viñadores. Esos hombres habían renegado de toda creencia acerca de que la viña no les pertenecía, que su función era importante pero secundaria, pues las primacías siempre son de Dios.
Así entonces fué in crescendo un sentimiento de posesión respecto de Israel. Ellos por delante de todo, apropiadores insensibles de lo que no les correspondía.
Cuando eso sucede, cuando el poder y el dominio devienen en horizonte, en falso cielo, todo lo demás queda por debajo. Y así, las vidas de los otros son sólo escalones a pisotear para procurar un ascenso fulgurante.
Labriegos o apropiadores. Los dirigentes del pueblo de Dios han de ser siempre servidores humildes, cuyo salario inmerecido será la Gracia de Dios.
Cuando Cristo es la piedra angular, el edificio de la Iglesia es hogar fuerte construido sobre la roca de la caridad, y es precisamente la piedra que nunca ha de ser desechada.
La viña sigue albergando todos los afectos de Dios.
Paz y Bien
Esa violencia del lenguaje es también parte de la profecía que expresa: Jesús les habla a los sumos sacerdotes y a los ancianos/senadores de Israel quienes integraban el Sanedrín, máxima autoridad religiosa y judicial de Israel que se amparaba bajo el paraguas protector del ocupante romano.
El ejercicio de ese poder casi absoluto sobre el Pueblo Elegido les incrementaba su soberbia.
Tradicionalmente Israel se representaba bíblicamente como la Viña del Señor; en esa representación, Dios es el dueño de la viña y los custodios de Israel, las autoridades, los viñadores. Esos hombres habían renegado de toda creencia acerca de que la viña no les pertenecía, que su función era importante pero secundaria, pues las primacías siempre son de Dios.
Así entonces fué in crescendo un sentimiento de posesión respecto de Israel. Ellos por delante de todo, apropiadores insensibles de lo que no les correspondía.
Cuando eso sucede, cuando el poder y el dominio devienen en horizonte, en falso cielo, todo lo demás queda por debajo. Y así, las vidas de los otros son sólo escalones a pisotear para procurar un ascenso fulgurante.
Labriegos o apropiadores. Los dirigentes del pueblo de Dios han de ser siempre servidores humildes, cuyo salario inmerecido será la Gracia de Dios.
Cuando Cristo es la piedra angular, el edificio de la Iglesia es hogar fuerte construido sobre la roca de la caridad, y es precisamente la piedra que nunca ha de ser desechada.
La viña sigue albergando todos los afectos de Dios.
Paz y Bien
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