San Juan XXIII, Papa
Para el día de hoy (11/10/18):
Evangelio según San Lucas 11, 5-13
Había que vivir en aquellos tiempos en la patria de Jesús; por un lado, aún cuando hubiera peligros de asaltantes y extravíos, era mejor viajar al fresco en la noche, pues durante el día el sol llegaba a ser agobiante. Por otro lado, no había demasiadas comodidades en las viviendas, las que solían tener una sola habitación en donde se arracimaba toda la familia para todo, y en donde en el mejor de los casos había algunas mantas y algún madero al modo de almohada. Levantarse en plena noche significaba no sólo interrumpir el descanso propio, sino también molestar a toda la familia.
El amigo que llama en la noche sabe todo esto, y más allá de toda mentalidad calculadora, se atreve a golpear a su puerta a esas horas destempladas sabiendo que no se irá con las manos vacías -bien podría ser recibido con un torrente de insultos o con una lluvia de piedras-.
Los extremos y matices planteados en la parábola del Maestro quieren orientar nuestra mirada interior hacia la actitud de un Dios que siempre escucha, que no tiene horarios para sus hijas e hijos, que se desvive por los suyos.
Quizás se nos haya ido diluyendo el verdadero sentido de la oración porque nos hemos empecinado en repetir mecánicamente una multiplicidad de plegarias prefijadas, mucha razón y poco corazón.
Hoy Él nos está animando a recuperar la osadía de los amigos y la confianza de los hijos.
El fundamento de toda existencia es que Jesús de Nazareth nos ha revelado que Dios es Padre...y Madre también, y que jamás desoye las voces de sus hijos.
Un Dios amigo solícito que siempre auxilia a los suyos sin condiciones, un Padre que nos ama sin medida, una Madre que nos cuida a la hora que sea. No hay muchas cosas que sean más importantes, que abran puertas cerradas, que garanticen el buen destino de una búsqueda sincera, que obtengan el bien suplicado, especialmente cuando se pide para los otros.
No se trata solamente de realzar la eficacia de la oración; tal vez se trate de volvernos para los demás como ese Padre, cada día más solícitos a las necesidades de los otros, cada día más humanos, comunitariamente solidarios, audaces en la compasión y tenaces en la tolerancia, desde esa plegaria y ese Espíritu que nos hace decir Abbá!.
Paz y Bien
El amigo que llama en la noche sabe todo esto, y más allá de toda mentalidad calculadora, se atreve a golpear a su puerta a esas horas destempladas sabiendo que no se irá con las manos vacías -bien podría ser recibido con un torrente de insultos o con una lluvia de piedras-.
Los extremos y matices planteados en la parábola del Maestro quieren orientar nuestra mirada interior hacia la actitud de un Dios que siempre escucha, que no tiene horarios para sus hijas e hijos, que se desvive por los suyos.
Quizás se nos haya ido diluyendo el verdadero sentido de la oración porque nos hemos empecinado en repetir mecánicamente una multiplicidad de plegarias prefijadas, mucha razón y poco corazón.
Hoy Él nos está animando a recuperar la osadía de los amigos y la confianza de los hijos.
El fundamento de toda existencia es que Jesús de Nazareth nos ha revelado que Dios es Padre...y Madre también, y que jamás desoye las voces de sus hijos.
Un Dios amigo solícito que siempre auxilia a los suyos sin condiciones, un Padre que nos ama sin medida, una Madre que nos cuida a la hora que sea. No hay muchas cosas que sean más importantes, que abran puertas cerradas, que garanticen el buen destino de una búsqueda sincera, que obtengan el bien suplicado, especialmente cuando se pide para los otros.
No se trata solamente de realzar la eficacia de la oración; tal vez se trate de volvernos para los demás como ese Padre, cada día más solícitos a las necesidades de los otros, cada día más humanos, comunitariamente solidarios, audaces en la compasión y tenaces en la tolerancia, desde esa plegaria y ese Espíritu que nos hace decir Abbá!.
Paz y Bien
1 comentarios:
Hola Ricardo, un saludo para toda la familia. Hermosa y profunda reflexión, como todas las que derramas en tu blog. Sí, Jesús nos descubre una confiada oración que genera todo lo que realmente necesitamos para llegar a la Casa del Padre. Objetivo fundamental que todo hombre, muchos sin saberlo, buscan. Una oración que, más que darnos, nos quiere transformar en dadores de paz y amor.
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