Nuestra Señora de la Merced
Para el día de hoy (24/09/18):
Evangelio según San Lucas 8, 16-18
Al pié de esa cruz en donde su Hijo se moría, Ella permaneció en pié, firme aún cuando todos se escondían o estaban dispersos por el miedo o por la vergüenza. Su puro corazón, traspasado por esa espada cruel de dolores, permanece fiel y porta -a pesar de ese dolor inenarrable- una llama de esperanza que no se apaga ni desvanece a pesar de tanto horror, y en la sintonía de esa esperanza que es fruto primordial de la Gracia, se producirá el reencuentro con el Hijo Resucitado, el fin de los imposibles. La muerte física y todas las muertes no tienen ni tendrán la última palabra.
Al pié de esa cruz, como ofrenda de amor absoluto, el Hijo que entrega la vida para que no haya más crucificados, realiza su despojo mayor, y se desprende de la Madre, que ahora será Madre de todos sus hermanos. Mujer sin casa, su hogar estará allí en donde los hijos la reciban.
Como Madre, sigue permaneciendo fiel y firme al pié de la cruz de todos los hijos, a través de toda la historia. Cuando todos se van, Ella se queda, sufriendo con esas hijas y esos hijos doloridos, pero a la vez encarnando la esperanza, expresión amable y asombrosa de la solidaridad de un Dios que se encarna para hacerse hermano, vecino, Hijo amado, un Dios decididamente parcial, que se vuelca por entero y sin condiciones hacia los pobres, los pequeños, los cautivos.
Dios es misericordia que ha experimentado en su cuerpo y en toda su existencia, vida que se expande, y por ello María de Nazareth canta a ese Dios magnífico que tiene su mirada puesta en los pequeños, que redime a los cautivos y libera a los oprimidos, Dios fiel a todas sus promesas.
En su amor y fidelidad, María es Redentora desde su tenaz ternura de Madre que no tolera las cadenas que se impongan a ninguno de sus hijos. Y por ese amor cálido y eficaz, siempre está atenta cuando el vino de la vida se consume en la lobreguez de la humanidad apisonada, para avisarle al Hijo y para impulsar también a los amigos y hermanos del Hijo a que renueven los fervores y la piedad en el esfuerzo santo e inaplazable de la libertad.
Merced es misericordia. María es el rostro materno de un Dios que siempre escucha los clamores de liberación de su pueblo.
Que María de la Merced siga impulsándonos el corazón y las manos hacia el hermano cautivo, hacia su rescate, al restablecimiento de la dignidad única de ser hijas e hijos de Dios.
Que María de la Merced siga hablándole de todos y cada uno de nosotros al Hijo, para que el vino de la Gracia nunca se nos acabe.
María, Madre Redentora, Madre de la Merced, ruega por nosotros.
Paz y Bien
Al pié de esa cruz, como ofrenda de amor absoluto, el Hijo que entrega la vida para que no haya más crucificados, realiza su despojo mayor, y se desprende de la Madre, que ahora será Madre de todos sus hermanos. Mujer sin casa, su hogar estará allí en donde los hijos la reciban.
Como Madre, sigue permaneciendo fiel y firme al pié de la cruz de todos los hijos, a través de toda la historia. Cuando todos se van, Ella se queda, sufriendo con esas hijas y esos hijos doloridos, pero a la vez encarnando la esperanza, expresión amable y asombrosa de la solidaridad de un Dios que se encarna para hacerse hermano, vecino, Hijo amado, un Dios decididamente parcial, que se vuelca por entero y sin condiciones hacia los pobres, los pequeños, los cautivos.
Dios es misericordia que ha experimentado en su cuerpo y en toda su existencia, vida que se expande, y por ello María de Nazareth canta a ese Dios magnífico que tiene su mirada puesta en los pequeños, que redime a los cautivos y libera a los oprimidos, Dios fiel a todas sus promesas.
En su amor y fidelidad, María es Redentora desde su tenaz ternura de Madre que no tolera las cadenas que se impongan a ninguno de sus hijos. Y por ese amor cálido y eficaz, siempre está atenta cuando el vino de la vida se consume en la lobreguez de la humanidad apisonada, para avisarle al Hijo y para impulsar también a los amigos y hermanos del Hijo a que renueven los fervores y la piedad en el esfuerzo santo e inaplazable de la libertad.
Merced es misericordia. María es el rostro materno de un Dios que siempre escucha los clamores de liberación de su pueblo.
Que María de la Merced siga impulsándonos el corazón y las manos hacia el hermano cautivo, hacia su rescate, al restablecimiento de la dignidad única de ser hijas e hijos de Dios.
Que María de la Merced siga hablándole de todos y cada uno de nosotros al Hijo, para que el vino de la Gracia nunca se nos acabe.
María, Madre Redentora, Madre de la Merced, ruega por nosotros.
Paz y Bien
1 comentarios:
Nuestra Señora de la Merced, Ruega por Nosotros y por nuestros Enfermos y Afligidos 🙏 Paz y Bien para Todos y una Bendecida Semana
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