Domingo 26º durante el año
Para el día de hoy (30/09/18):
Evangelio según San Marcos 9, 38-43. 45. 47-48
La afirmación de uno de los discípulos -Juan, aquél de carácter explosivo al igual que su hermano Santiago- se ubica dentro de la lógica de propiedad y pertenencia, de ámbito exclusivo y cerrado que no es privativo solamente de los primeros apóstoles, sino que tiene una continua persistencia. Han encontrado a otro que no es de ellos, que no pertenece a su grupo, a su pequeña comunidad, y que sin embargo expulsa demonios en nombre de Cristo.
Juan es en esta ocasión vocero de los demás, y expresa el temor al extraño, al que no es como uno, a una posible competencia, sin poner en primer lugar el bien que realiza. Es significativa la construcción discursiva: el énfasis no está puesto en que realiza milagros en nombre de Cristo, sino más bien en que "no es de los nuestros".
Criterio peligroso, pues refleja pensamientos de ser elegidos con exclusividad y portar derechos de gobierno, de poder post Mesías. Ceguera dolorosa que impide mirar y ver el bien y la verdad que puede florecer más allá de los círculos que cada vez cerramos más en pos de espacios que nos han sido dados y que no nos pertenecen.
El misterio trasciende escandalosamente las acotadas fronteras de los esquemas racionales, y es que hay una dimensión escondida del Reino proclamado por Jesús de Nazareth. Mujeres y hombres que no pertenecen a las estructuras eclesiales, pero que son fermento en la masa, que con cada sencillo gesto de cortesía, en cada pequeño servicio, en cada acción de justicia y liberación se convierten en Buena Noticia para los demás. Son esos mismos que pertenecen a otros rebaños del único Pastor, y que a menudo dejan de lado la hipócrita declamación pura de adhesión doctrinaria para proclamar con una existencia frutal su pertenencia cordial a la vida de la Gracia.
En esa comunidad cerrada -en esta comunidad cerrada que solemos ser- hay que abrir puertas y ventanas, especialmente las del corazón. Ventanas y puertas abiertas para que corra libre el viento del Espíritu que todo limpia y renueva.
No tenemos que dejar de añorar y soñar jamás una Iglesia así, una Iglesia que reconozca hermanos ante que se arrogue la veleidad soberbia de defender los derechos de Dios. La prioridad está en proteger y servir a los pequeños, amor que se encarna como Aquél que nada se ha reservado para sí y se ha hecho uno de nosotros.
A la obviedad la solemos pasar por alto, y es que hay pequeños porque otros se consideran y actúan como grandes, en escalones de superioridad. El mandato amable de la Buena Noticia nos llama hoy, desde el amor mayor de la cruz, a ceder nuestro lugar, un paso atrás para hacerse últimos al servicio del otro, para que el último dé un paso adelante hacia la plena vida de las hijas y los hijos de Dios, en el recinto amplísimo de la mesa compartida de Cristo, Iglesia peregrina de un Reino que es aquí y ahora.
Paz y Bien
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