La bendición de Dios es un manantial inagotable y generoso















Para el día de hoy (03/09/18): .

Evangelio según San Lucas 4, 16-30







Quizás a causa cierta educación deformada o incompleta que hemos recibido, pasamos por alto una cuestión sustancial, y es que Jesús de Nazareth era un fiel hijo de su pueblo, respetuoso de las tradiciones de sus mayores y practicante devoto de la religión de Israel.

No es un dato menor, y está mucho más allá de la superación de cualquier torpe antisemitismo: las raíces judías del Maestro son certeza plena de la Encarnación de Dios, de un Dios entramado amorosamente en la historia humana, en un tiempo concreto, haciendo explícitos los cumplimientos de todas las promesas. La Salvación no es una abstracción, una idea sino la bendición infinita del amor de Dios, don y misterio que nos llega por la persona de Jesús de Nazareth, por su vida ofrecida, hermano y Señor nuestro.

Los datos iniciales que nos brinda el Evangelista Lucas son precisos: Jesús era un practicante habitual de las plegarias propias del Shabbat, y también participante activo del culto, toda vez que la tradición establecía que los varones judíos laicos tenían derecho a leer un párrafo de los Profetas y a comentarlo. No es difícil imaginarlo entre sus paisanos cantando los salmos, recitando el Shema Ysrael, orando las plegarias comunitarias a su Dios, que mucho tenían que ver con la historia y la identidad de su pueblo. No es difícil tampoco ubicarse en la escena: todas las miradas están puestas en ese Cristo que esas gentes decían conocer bien, que se crió entre ellos, en sus calles polvorientas, y que un día se largó a los caminos a anunciar cosas de Dios.

En aquellos tiempos, los textos sagrados se transcribían -para uso del culto- sobre cueros curtidos, los cuales se sostenían con astas de madera que a su vez posibilitaban el enrollarlos. Por ello, Él toma y elige el rollo correspondiente al profeta Isaías. Esta elección no es casual, fortuita, ni se corresponde con una lectura que, quizás le sea más afín que otras a Jesús.
En realidad, lo que Él hace es, mediante la Palabra, hacer una relectura profética de su misión y de la historia de su pueblo.
Esa lectura en clave profética es crucial para todos los tiempos, pues revela su identidad y su misión en toda su plenitud. Ese tipo de lecturas, interpelar e interpretar la propia historia a la luz de la Palabra viva, tal vez siga encasillada en la columna del debe de nuestra existencias.

Como un manantial inagotable y generoso, en el aquí y ahora, la bendición de Dios es concreta, carnal, profundamente humana. Buena noticia para los pobres, liberación para los cautivos, redención para los oprimidos, luz para los ciegos, consuelo y alegría para los afligidos y dolientes, un año de Gracia y misericordia del Señor para todos los pueblos, un año que se inicia en Cristo y que no tiene fin.
Buenas noticias para esos sitios en donde toda certeza no tiene nada de nueva ni de buena y donde campean las sombras. Buenas noticias por el Espíritu que se encarna en una muchacha nazarena, que sostiene a ese Cristo, que también lo levantará de la muerte, Buenas noticias para toda la creación. Buenas noticias porque contrariando toda razón mundana, la venganza queda lejos de los anhelos de justicia. Buenas noticias porque ese Cristo es de todos pero no es propiedad de nadie, no se deja atrapar, y cada vez que se lo intenta acallar de algún modo, pasa por en medio de los escoltas y dispensadores de la muerte.

Cuando se nos apaga la esperanza y se nos adormece la fé, es menester volver a ese retrato vivo de Cristo.
Mejor aún, siempre hay que regresar a Él, desechando tantas imágenes erróneas que nos forjamos de acuerdo a nuestras necesidades. Volver hoy, ahora mismo, y que vuelva la Iglesia al Ungido, al Cristo de nuestra vida, de nuestra liberación, al Redentor de los oprimidos, al hermano de los pobres, al que consuela todos los pesares.
Porque hoy se cumplen en nuestras existencias todas las promesas.

Paz y Bien

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