Un pueblo nuevo




Santos Simón y Judas, apóstoles

Para el día de hoy (28/10/15): 

Evangelio según San Lucas 6, 12-19




En los Evangelios, además de la fundamental inspiración divina, podemos encontrar y admirar la virtuosa pluma de los Evangelistas. 
Así en la lectura del día, San Lucas de manera magistral nos abre ventanas para que nos asomemos al insondable e infinito misterio del Sagrado Corazón de Cristo.
En verdad, Él era igual a nosotros en todo excepto en el pecado, y es menester situarnos en el contexto previo a la elección del colegio apostólico: Jesús de Nazareth ha sido rechazado de forma cruel y violenta por los dirigentes religiosos de su pueblo, aquellos mismos que desde pequeño respetó y escuchó con humildad siguiendo el ejemplo de sus padres. Esos hombres ahora dicen que es un endemoniado, un blasfemo, un loco, un borracho, un amigo de indeseables, y sin dudas esa repulsión que manifiestan hacia Él provoca un dolor inenarrable en su alma.

El Evangelista lo intuye, y por ello hay un movimiento oscilante de la noche al día, de la oscuridad al alba, de la frustración a la esperanza. La diferencia fundante, que es mucho más que la superación de un estado de ánimo, es la oración: durante toda la noche de su alma permanece unido al Padre, quien lo sostiene y por quien no pierde el sentido trascendente y eterno de su misión. 

Por ello es que será de día, renovado su temple y claro su horizonte, cuando convoque a los Doce. Ya los conocía a todos, no es una elección azarosa o fortuita, o producto de un arrebato. 
Doce son los hijos de Jacob, sobre los cuales el Dios de Israel congregará doce tribus que edificarán el pueblo de hombres libres, que su mano bondadosa libera de la esclavitud de Faraón y los conduce a la Tierra Prometida con una identidad única.
Doce pues son los discípulos elegidos para edificar con ellos un pueblo nuevo que no estará limitado por la raza, la cultura, la religiosidad, pueblo nuevo y definitivo de la liberación que será, con sus fidelidades y traiciones, su propio cuerpo, la Iglesia.

Entre esos hombres hay de todo menos lo que se espera. Pescadores, estudiosos de la Torah, severos religiosos politizados como los zelotas, repudiables sociales como Leví el publicano, un traidor mayor como el Iscariote. Otros de los que quizás no sepamos mucho más que sus nombres, pero conocemos lo fundamental: su amistad con Cristo y la elección que el Maestro hace de ellos, todo un signo de que Dios hace maravillas y milagros desde lo pequeño, lo que no cuenta, para que la humanidad no adolezca de abandono, para que impere la bondad, para que la compasión sea la rectora de todo destino.

Paz y Bien


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