Los verdaderos enfermos



Para el día de hoy (26/10/15): 

Evangelio según San Lucas 13, 10-17



El Maestro está en la sinagoga en pleno Shabbat. No sabemos si está allí como un simple asistente, si está ejerciendo su derecho como todo varón judío a leer y comentar la Palabra, si está presidiendo la celebración comunitaria.
Lo que sí sabemos es que ejerce una autoridad inusitada que irrita a muchos y alegra a otros tantos: contra todo pronóstico, hace poner las miradas sobre una mujer enferma, encorvada su espalda durante mucho tiempo, tal vez escoliosis. Es imprescindible darse cuenta del gesto y la acción: las mujeres, en ese tiempo, tenían vedado el acceso a las sinagogas, y además, cualquier atisbo de enfermedad las volvía impuras rituales que debían ser aisladas de la vida religiosa y comunitaria. En esa mentalidad religiosa, las distintas dolencias se consideraban como castigo por los pecados propios o de los padres, y ello implicaba directamente la creencia en un Dios severo, punitivo, rápido al castigo.

Por eso hay más de un milagro allí. Está la sanación del cuerpo y el corazón de esa mujer, una espalda reestablecida recta y sin dolores, una humanidad restaurada en dignidad, cuya liberación es causa de gozo y gratitud.
Cuando parecía que no había más que el vivir doblegada, la presencia salvadora de Cristo en su existencia, plena de respeto y ternura le abre un nuevo horizonte, una esperanza concreta, una vida re-creada. Ya no es solamente una mujer, una simple condición de género, sino que es hija de Abraham, y así Cristo declara que su dignidad y sus derechos son los mismos que los de todos los hijos de Israel, los de todas las hijas y los hijos de Dios.

Allí mismo, aún con esos destellos luminosos de salud y liberación, se desencadena un corifeo disonante de aquellos que se enojan y rabian porque no se han cumplido ciertos reglamentos. Quizás, el enojo mayor se encuentre en que el Maestro se ha centrado en una mujer, y que no ha pedido permiso.
La mujer -ahora plena de vida renovada- era una doliente. Los verdaderos enfermos estaban allí, con su mirada aviesa, incapaces de descubrir los signos ciertos de la bondad de Dios, encorvados de rencor, esclavos de esquemas inhumanos, porque el culto primero es la compasión, y no debe haber excusas ni demoras en el socorro al hermano.

Paz y Bien




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