Para el día de hoy (16/11/13):
Evangelio según San Lucas 18, 1-8
(La parábola que nos ofrece el Evangelio para el día de hoy nos puede resultar pintoresca y hasta grotesca, pero -sinceramente- no nos es para nada ajena.
Aquél cuya función es hacer cumplir la ley y, por ello mismo, proteger ante todo a los débiles y desamparados, nada le importa, sólo él mismo. No tiene vínculos trascendentes ni personales, sólo su posición cómoda.Y así parece que nada lo conmueve ni hará modificar su tergiversada voluntad.
Esa mujer es el símbolo de los desprotegidos. Por ser mujer, en la Palestina del siglo I, carece legalmente de derechos. Y por ser viuda, no tiene un varón que la defienda y proteja. Sólo cuenta con su insistencia, su tenacidad, su corazón que no se resigna jamás ante la injusticia, aún cuando el destinatario de sus ruegos se desentienda de todo.
Pero ella no se rinde, aún cuando aceche la desesperación. Y así obtiene justicia, más no producto de la equidad del funcionario, sino por el fastidio y cierto temor de éste.
Ella, con todo y a pesar de todo, confía y permanece fiel. No abandona, no se abandona, no se rinde.
En esa fidelidad y en esa confianza se decide la vida cristiana, y más aún, la misma Iglesia cuando permanece de pié y habla por los que no tienen voz, por los que nadie escucha. Y que no se queda en ello: ora sin cesar, porque la oración es hacer propios los sueños de Dios, es vivir en plenitud su proyecto eterno, es sintonizar cada día la vida que no se termina.
Y también podemos arriesgarnos sin temor a afirmar que muchas viudas -pequeñas, invisibles, tenaces y fieles- siguen sosteniéndonos la esperanza y el hambre de justicia con esas plegarias constantes y permanentes, esas abuelas que oran sin cesar por todos, y que tan a menudo las consideramos como un accidente del paisaje o no las vemos, pero que sin embargo son savia y sal para todos nosotros)
Paz y Bien
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