Para el día de hoy (06/11/13):
Evangelio según San Lucas 14, 25-33
(Las palabras del Maestro son durísimas.
Porque en una paradoja aparente, ser discípulos es para todos y, a la vez, no es para cualquiera.
Quizás la dureza de las palabras de Jesús de Nazareth hacen que la atención de todos nosotros se encienda de una buena vez: ser discípulo no es moda, ni cosa fácil, ni ciertas prácticas religiosas y cultuales, ni floridas pertenencias. Ser discípulos es cosa seria, sin que por ello prevalezca un rictus de perpetua amargura. Ser discípulos es tan raigal que involucra y transforma a la totalidad de la existencia
Difícil es renegar de la familia -odiar sería la traducción más exacta-. Pero es menester recuperar el verdadero sentido: si Jesús no está en el primer lugar y en el centro de nuestros intereses, no se puede ser discípulos. Y más aún, se supera la limitada frontera de la biología, de los lazos familiares, del clan. Así también entonces es posible que haya una nueva refundación y re-creación de la familia, desde su sentido más trascendente y amoroso, una familia creciente que es imagen de Dios y que es cuidado y bendición.
Se trata también de cargar la cruz, la propia cruz de cada día y seguir sus pasos. Cargar la cruz es ponerse al hombro las miserias propias, las causadas por las canalladas habituales, por las mezquindades, por todo eso que conocemos como pecado, y también cargar con los dolores adquiridos y sufrimientos impuestos, atreverse a ser un marginal y un maldecido como el mismo Cristo, y contra todo pragmatismo y cálculo mundano, afirmar sin ambages que está muy bien y es deseable sacrificarse por los demás, para que no haya más crucificados en ningún sitio ni en ningún momento.
Y si ese Cristo es lo más importante, el bien mayor, todo lo demás -especialmente las posesiones- deviene superfluo. Así entonces se puede ejercer el escandaloso milagro del compartir, la generosidad incondicional, la justicia primera que es dar sin esperar ni requerir nada a cambio.
Por eso, tal vez debamos volver a cuestionarnos si somos parte de esa multitud que observa con simpatía al Nazareno, que busca sus favores, pero no mucho más que eso.
O, en cambio, que nos atrevemos a esta maravillosa invitación a ser discípulos cabales e íntegros, otros Cristos capaces de la humildad de la sal, la fuerza de la levadura, la luz del mundo)
Paz y Bien
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