Para el día de hoy (28/11/13):
Evangelio según San Lucas 21, 20-28
(Imágenes de horror. Cataclismos cósmicos, terribles tambores de guerra, el sonido atronador de todas las miserias que devienen en luto, en angustia, en opresión, en descenso brutal de la condición humana.
Pareciera que a medida que transcurren los siglos se vá perfeccionando -meticulosamente- la capacidad de hacer daño, de lastimar y suprimir a los demás. No siempre se trata de armas de fuego; existen otros métodos tan violentos como los de éstas, el destrato, la exclusión, el desprecio, el abandono, el ninguneo de oír pero no escuchar a nadie excepto a la voz voraz del propio egoísmo.
Para los contemporáneos de Jesús de Nazareth esto se agravaba, pues su centro se ubicaba en ese Templo enorme habitado por su Dios, el mismo que les brindaba identidad y carácter. Ese Templo sería reducido a escombros por las legiones de Tito y Vespasiano, y muchos de los jerosolimitanos pasados a cuchillo o vendidos como esclavos.
Todo ello, tempus fugit, cronos que se escurre inexorable como arena entre los dedos.
Con todo y a pesar de todo, la Encarnación es el misterio asombroso que inaugura el tiempo nuevo de Dios y el hombre, tiempo de Niño Santo, tiempo de vida que se expande humilde y silenciosa pero imparable.
En la noche más cerrada, en los lapsos de mayor dolor y oscuridad, una mínima luz se hace imposible de apagar.
Cristo está llegando, Dios que sale al encuentro de los extraviados, de los que no pueden más.
Otro tiempo está llegando, ad-viene, y hay que permanecer fieles, con la mirada en alto, porque nos está naciendo -aún con tantos dolores de parto- nuestra liberación)
Paz y Bien
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