Para el día de hoy (23/11/13):
Evangelio según San Lucas 20, 27-40
(En apariencia, la discusión entre un grupo de saduceos y el Maestro intenta aclarar un nudo exegético que para ellos es muy importante, la llamada Ley de Levirato, aunque sin dudas también es probable que exista cierta intencionalidad oculta de desacreditar a Jesús de acuerdo a la respuesta que Él brinde.
Porque el silogismo que sostienen es falaz, lleva engañosamente implícita la respuesta que buscan, inclusive más allá de la situación casi absurda que se plantean.
Los saduceos eran una élite aristocrática y laica de creciente influencia política y social por el inmenso poder económico que poseían. Es por eso mismo su rechazo a cualquier idea de una vida postrera, y lo es por una cuestión evidente: no les importa demasiado el más allá, pues en el más acá están cómodos y satisfechos, a sus anchas. Se puede entrever que aceptarían un sucedáneo -al modo de la absurda argumentación de la viuda sin descendencia- sólo y si la muerte implicara una continuidad absoluta del confort y del bienestar del que disfrutan.
Pero la muerte no es solamente un accidente biológico, ni algo inevitable y ominoso que a todos nos espera.
Desde Cristo, desde su Pasión y su Resurrección la muerte está en fuga, y el morir es, por bondad de ese Dios asombroso, éxodo y Pascua.
Es don y es misterio, es el paso a la plenitud definitiva. Sin embargo, no se recibe pasivamente, ni tampoco es producto de los méritos acumulados.
Es una sintonía insondable de amor de ese Dios que sólo vé hijas e hijos, y es por ese afecto infinito que nosotros tenemos la certeza que nunca moriremos del todo, y que el horizonte ofrecido es reencuentro y felicidad plena)
Paz y Bien
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