San Juan, Apóstol y Evangelista
Para el día de hoy (27/12/11):
Evangelio según San Juan 20, 2-8
(María de Magdala regresa urgente hacia donde se encontraban Pedro y Juan. Había ido en su tristeza a rendir su afecto al Maestro que había muerto en la cruz -el mismo que había sido sepultado de apuros, casi clandestinamente-, y a pesar de la custodia de soldados, la tumba se encuentra vacía.
Al no encontrar el cuerpo muerto de su Jesús amado, corre desesperada pues entiende que las bestias enemigas ni siquiera lo dejan en la paz del sepulcro: supone que previendo cualquier levantamiento popular, se han robado el cadáver.
A pesar de su afecto completo y su total devoción, aún no asume que Jesús ha resucitado.
Juan y Pedro, al enterarse, salen disparados hacia la tumba cedida por un amigo -José de Arimatea-. Ellos corren con la misma angustia de la Magdalena, aunque en lo profundo de sus almas abrigan cierta pequeña esperanza por todo lo que aprendieron junto al Maestro.
En su urgencia, les sucede que pasan de largo algo evidente: la tumba está en medio de un huerto, el reducto de la muerte está en medio de donde florece la vida.
Juan llega primero: quizás porque es más joven, pero seguramente porque el amor se adelanta a cualquier previsión o razonabilidad.
La tumba está vacía. La mortaja, tirada en el suelo, pues no hay cuerpo al que aferrar. El sudario, prolijamente colocado en otro sitio, como si el que creían muerto hubiera dejado deliberadamente los utensilios de la muerte a un lado, indicando su inutilidad.
Finalmente, ellos comprenden.
El sepulcro vacío no es casa de muertos ni sitio de dolor: el Maestro ha resucitado, el sepulcro es reducto de la esperanza que nos sostiene hasta el día de hoy.
El pesebre de Belén y la tumba vacía del huerto proceden de la misma vertiente de agua viva, del río de la Gracia.
Allí, en donde nadie esperaría nada -una cueva de animales, un sepulcro en donde todo finaliza- Dios hace suscitar la vida, con todo y a pesar de todo.
Quizás debamos preguntarnos si continuamos pasando por alto esos sitios a los que preadjudicamos, con poca compasión, ninguna utilidad o peor aún, esos sitios a los que consideramos reductos de la muerte y la corrupción.
Allí, en donde menos lo esperamos, el Dios de la Vida, padre de Jesús de Nazareth y Padre nuestro sigue haciendo que brote la vida como un manantial para que todo se transforme, para que no nos rindamos, para que los regalos que nos entreguemos no sean resignación y conformidad.
Un pesebre y una tumba inhabitada son nuestra esperanza)
Paz y Bien
1 comentarios:
Hola, Ricardo,
A ti y a tus visitantes de este blog:
¡Feliz Navidad y Prospero Año Nuevo 2012!
Que Dios te bendiga con sus bendiciones...
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