María de Nazareth, la Palabra definitiva

Para el día de hoy (18/12/11):
Evangelio según San Lucas 1, 26-38

(Es estremecedor.
La suerte de la humanidad entera y de todo el cosmos se decide en una aldea polvorienta, perdida en el mapa, en una región profana y sospechosa -Galilea de los gentiles-, y como si fuera poco, todo queda en manos de una muchacha judía, campesina pobre e innominada.

De ella depende seguir sumergidos en mares de muerte o emerger a una vida definitiva, y por ello mismo todo queda en suspenso, los corazones retienen sus latidos, casi ni se respira de pura expectación y ansiedad.

Este Dios es un Dios extraño. Confunde a más de uno, no encaja en molde alguno, anda haciendo locuras.
Es un Dios que está abiertamente enamorado, un Dios que no impone, un Dios que pide permiso, Dios del saludo manso aleja todo temor, Dios que contra toda esperanza vana se hace presente trayendo la alegría.

Por esa causa se hace presente en la vida de esa muchacha con un reconfortante y fantástico -¡Alégrate!-


Sin dudas, esa Palabra de alegría es Palabra creadora y Palabra de Salvación. Más allá de toda especulación, el único destino soñado para toda la humanidad es el de la alegría, esa alegría que cuando se hace plena la llamamos felicidad.

La historia parece contar todo lo contrario, y las cruces y la muerte están allí amenazantes. Pero nada es imposible para Dios.


Es un tiempo nuevo y definitivo, el tiempo de lo incondicional, de lo gratuito, de lo dado por bondad y sin medida.

A esa muchacha se le encienden los ojos de asombro: confía totalmente, sin embargo se sabe tan ínfima y pequeña que pregunta sin cuestionar. Quiere saber qué deberá hacer ella para que esa maravilla que Dios quiere hacer en su vida se cumpla.

María debe dejarse querer: la existencia no se define por todo lo que nosotros podemos hacer por y en nombre de Dios, sino más bien por todo aquello que Dios quiere hacer por nosotros.
María se deja amar, y su vida se transforma enteramente por el Espíritu de amor que suscita la vida. Así entonces, un Bebé Santo se le irá creciéndose al calor de su interior profundo.

Es el misterio insondable de la Encarnación: la Salvación no viene desde fuera, no se impone, la Salvación nace y vá creciéndonos humilde y silenciosa en las honduras de nuestras almas.

A pesar de tantos apropiadores impiadosos, la Palabra retorna a los pequeños, a los pobres, a los que no cuentan para nadie y se hace vida, se hace maravillas, se hace liberación, se hace alegría que no cesará jamás.

El Sí de María de Nazareth es la Palabra definitiva, porque todo se define y resuelve en confianza y fidelidad.

La vida nos está naciendo cada vez que nos encontramos en nuestra pequeñez)


Paz y Bien

2 comentarios:

Marian dijo...

¡Gracias ricardo! Esperemos con la Virgen María
ese nacimiento del Rey del Cielo que viene hecho
carne, en suma pobreza.
¡Feliz y santo Adviento!
Dios te bendiga.

Ricardo Guillermo Rosano dijo...

Muchas felicidades también para tí, queridísima Marian: Dios se hace uno de nosotros como tú, como yo, como uno de los nuestros.
Que el Niño Santo te colme de mansedumbre y alegría en la sencillez de esta Navidad que nos llega
Un abrazo grande en el Dios de la Vida
Paz y Bien
Ricardo

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