Para el día de hoy (17/12/11):
Evangelio según San Mateo 1, 1-17
(Nos imaginó a lo lejos un viejo pastor de Ur, hombre de fé y asombros.
Caminamos desiertos por largos años: de la mano de Aquel que nunca nos abandona llegamos a la tierra prometida.
Allí fuimos lentamente madurando como pueblo, con quebrantos, fidelidades, luchas heroicas.
Tuvimos reyes guerreros, invasiones demoledoras de enemigos. Vimos lentamente edificarse nuestra fé, descubrimos también que ese Dios nunca rompe sus promesas. Es totalmente fiel su palabra, tan fiel que su Palabra vendrá a nosotros para quedarse definitivamente.
Conocimos mujeres extranjeras/extrañas que nos alentaron cuando estábamos por caer en la desesperanza.
Supimos de esclavitudes, de exilios, de añoranzas por lo que una vez fuimos. Aún en nuestros llantos, Él seguía pacientemente tejiendo en silencio nuestra liberación.
Luego de algunos siglos de desencuentros, fruto de nuestras y nuestra soberbia, supimos que la promesa que Él nos había hecho una vez seguía viva y pujante bajo el cuidado atento de un humilde carpintero judío de Nazareth, silencioso y devoto protector de la vida que nos estaba por amanecer, y que en el seno puro de su esposa, una muchacha campesina de sol, iba creciéndose nuestra salvación, Jesús nuestra alegría y nuestra vida, nuestro Salvador y nuestro amigo.
No se trató de una figura literaria medianamente simpática: todos los que nos precedieron en el de la fé a través de los siglos son nuestra ascendencia, nuestra familia.
Dios nos viene buscando desde siempre.
El Dios de Israel, el Dios de Abraham, el Dios de Jacob, el Dios de nuestros padres, el Dios de mis amigos, el Dios de mis hermanos, el Dios de nuestro Señor Jesucristo.)
Caminamos desiertos por largos años: de la mano de Aquel que nunca nos abandona llegamos a la tierra prometida.
Allí fuimos lentamente madurando como pueblo, con quebrantos, fidelidades, luchas heroicas.
Tuvimos reyes guerreros, invasiones demoledoras de enemigos. Vimos lentamente edificarse nuestra fé, descubrimos también que ese Dios nunca rompe sus promesas. Es totalmente fiel su palabra, tan fiel que su Palabra vendrá a nosotros para quedarse definitivamente.
Conocimos mujeres extranjeras/extrañas que nos alentaron cuando estábamos por caer en la desesperanza.
Supimos de esclavitudes, de exilios, de añoranzas por lo que una vez fuimos. Aún en nuestros llantos, Él seguía pacientemente tejiendo en silencio nuestra liberación.
Luego de algunos siglos de desencuentros, fruto de nuestras y nuestra soberbia, supimos que la promesa que Él nos había hecho una vez seguía viva y pujante bajo el cuidado atento de un humilde carpintero judío de Nazareth, silencioso y devoto protector de la vida que nos estaba por amanecer, y que en el seno puro de su esposa, una muchacha campesina de sol, iba creciéndose nuestra salvación, Jesús nuestra alegría y nuestra vida, nuestro Salvador y nuestro amigo.
No se trató de una figura literaria medianamente simpática: todos los que nos precedieron en el de la fé a través de los siglos son nuestra ascendencia, nuestra familia.
Dios nos viene buscando desde siempre.
El Dios de Israel, el Dios de Abraham, el Dios de Jacob, el Dios de nuestros padres, el Dios de mis amigos, el Dios de mis hermanos, el Dios de nuestro Señor Jesucristo.)
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