Para el día de hoy (15/12/11):
Evangelio según San Lucas 7, 24-30
(El término desgracia no tiene buena prensa; refiere habitualmente a lo adverso, a lo aciago, a lo doloroso, a lo que lastima profundamente. También, en algunos lugares el calificativo desgraciado remite al malvado. al que nada le importa, al que hace daño.
Sin embargo, otra interpretación es posible desde el tiempo nuevo inaugurado por Jesús de Nazareth, el tiempo de la Gracia, el tiempo de lo dado sin medida ni condiciones, por pura bondad y generosidad.
Es claro que no somos marionetas en manos de un gran titiritero divino que rige nuestros destinos: los regalos que se entregan con generosidad, también pueden rechazarse desde la soberbia, desde el desprecio o desde el desinterés.
Quizás entonces el término desgraciados -o desgracia- pueda comprenderse mejor con añadir sólo un guión: des-graciados, o sea, los que han rechazado de plano la vida plena que se les ofrece incondicionalmente.
Desgraciados aquellos que sojuzgan a sus hermanos, desgraciados aquellos que anteponen el yo al nosotros, desgraciados aquellos que reniegan de toda humanización, desgraciados aquellos que reivindican a un dios manipulable por la piedad prescrita, desgraciados aquellos que no nos animemos a vivir en la entereza del Bautista, aquel profeta sin doblez que todo esperaba de Dios y que jamás se sometió a los dictámenes de la apariencia y el poder.
Aún así, en estas desgracias nuestro Dios es tozudo, Padre tenaz y Madre obstinada en el amor a sus hijas e hijos. Por ello se hará Niño, por ello recorrerá las veredas de los más pequeños, por eso viene a nosotros porque -quizás con demasiada frecuencia- nos sentamos a esperar quejumbrosos que cambien las cosas que no nos gustan, las que están mal, las que hieren.
Por todo y por todos, es Dios mismo que nos sale al encuentro, tiempo de abrazos y reencuentro, tiempo increíble de la Gracia y la sonrisa que se recuperan en música de esperanza)
Paz y Bien
Sin embargo, otra interpretación es posible desde el tiempo nuevo inaugurado por Jesús de Nazareth, el tiempo de la Gracia, el tiempo de lo dado sin medida ni condiciones, por pura bondad y generosidad.
Es claro que no somos marionetas en manos de un gran titiritero divino que rige nuestros destinos: los regalos que se entregan con generosidad, también pueden rechazarse desde la soberbia, desde el desprecio o desde el desinterés.
Quizás entonces el término desgraciados -o desgracia- pueda comprenderse mejor con añadir sólo un guión: des-graciados, o sea, los que han rechazado de plano la vida plena que se les ofrece incondicionalmente.
Desgraciados aquellos que sojuzgan a sus hermanos, desgraciados aquellos que anteponen el yo al nosotros, desgraciados aquellos que reniegan de toda humanización, desgraciados aquellos que reivindican a un dios manipulable por la piedad prescrita, desgraciados aquellos que no nos animemos a vivir en la entereza del Bautista, aquel profeta sin doblez que todo esperaba de Dios y que jamás se sometió a los dictámenes de la apariencia y el poder.
Aún así, en estas desgracias nuestro Dios es tozudo, Padre tenaz y Madre obstinada en el amor a sus hijas e hijos. Por ello se hará Niño, por ello recorrerá las veredas de los más pequeños, por eso viene a nosotros porque -quizás con demasiada frecuencia- nos sentamos a esperar quejumbrosos que cambien las cosas que no nos gustan, las que están mal, las que hieren.
Por todo y por todos, es Dios mismo que nos sale al encuentro, tiempo de abrazos y reencuentro, tiempo increíble de la Gracia y la sonrisa que se recuperan en música de esperanza)
Paz y Bien
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