Para el día de hoy (02/12/11):
Evangelio según San Mateo 9, 27-31
(No era fácil la vida en aquellos tiempos; el sol fuerte, la salinidad y el reflejo en la arena solían producir habitualmente daños importantes en córneas y retinas. La incidencia de cegueras era demasiado alta.
Para peor, toda enfermedad era religiosa y socialmente repudiada como consecuencia de un castigo por pretéritos pecados propios o de los padres; de allí que cualquier enfermo debía excluirse de la vida comunitaria y religiosa por las crueles e inhumanas normas de pureza.
Aún así, aún cuando hubiera una nutrida población privada de la vista, muchos más eran los sumidos en oscuridades aunque sus ojos no tuvieran inconveniente alguno.
Abundaba la oscuridad de la exclusión y el desprecio, de la insolidaridad y la no compasión militantes, las negruras del creerse más y mejores que otros, las tinieblas de abandonar a un lado del camino al que sufre, pasando de largo y aceptando el dolor ajeno como una parte más de la rutina cotidiana.
Pero el Maestro no es así.
Le importa la gente. Él, mejor que nadie, sabe leer lo profundo que hay en cada corazón, lo que se teje en cada alma. Tiene una especial deferencia hacia los agobiados por el dolor, por los demolidos en soledad, por los sometidos a toda exclusión, signo cierto de un Dios inclinado decidida y abiertamente hacia ellos.
Aquellos dos hombres comparten algo más que su ceguera, pues cuando la cruz se comparte su carga es más liviana y llevadera. Ellos no tienen temor en acercarse a los gritos al Maestro: Jesús de Nazareth no se preocupa demasiado en purezas, en ortodoxias doctrinarias -lo llamaron incorrectamente Hijo de David- ni en status social. Lo que verdaderamente cuenta, lo que cambia toda historia es lo que anida en las profundidades de cada templo andante que es cada persona.
Aquellos dos hombres tenían fé y además confiaban. Por ese tesoro recuperan la visión.
Porque el verdadero milagro es animarse a escuchar al olvidado, a aceptar como igual al excluido, y atreverse a la estupenda irreverencia de tocar y abrazar a aquellos a los que es mejor dejar a un lado del camino y seguir de largo.
Sólo podremos salir de estas oscuridades cotidianas desde la fé y la confianza y ahí sí, transformar nuestras historias y cambiar el rostro cruel del mundo)
Paz y Bien
0 comentarios:
Publicar un comentario