La encarnación de Dios no significa sólo que Dios se hizo hombre.
Quiere decir mucho más: que participa realmente de nuestra condición humana
y asume nuestros anhelos más profundos.
Habla nuestro lenguaje y, al utilizar el concepto de reino de Dios,
muy marcado por contenidos ideológicos,
intenta vaciarlo y darle un nuevo sentido de total liberación y absoluta esperanza.
Ese nuevo contenido lo muestra con signos y comportamientos típicos.
El reino de Dios que predica no es ya una utopía irrealizable,
pues «nada hay imposible para Dios» (Lc 1,37),
sino que en Jesús se ha convertido en una realidad incipiente dentro de este mundo.
Con él comienza una «gran alegría para todos» (Lc 2,10)
porque ahora sabemos que, con el nuevo orden que Jesús ha traído,
será verdad lo que el Apocalipsis nos promete:
la aparición del nuevo cielo y de la nueva tierra (Ap 21,1-4).
Con él ya podemos oír, en un eco lejano pero seguro,
aquellas palabras «fieles y verdaderas»: «
Mira que hago un mundo nuevo... Hecho está» (Ap 21,5).
Leonardo Boff
Quiere decir mucho más: que participa realmente de nuestra condición humana
y asume nuestros anhelos más profundos.
Habla nuestro lenguaje y, al utilizar el concepto de reino de Dios,
muy marcado por contenidos ideológicos,
intenta vaciarlo y darle un nuevo sentido de total liberación y absoluta esperanza.
Ese nuevo contenido lo muestra con signos y comportamientos típicos.
El reino de Dios que predica no es ya una utopía irrealizable,
pues «nada hay imposible para Dios» (Lc 1,37),
sino que en Jesús se ha convertido en una realidad incipiente dentro de este mundo.
Con él comienza una «gran alegría para todos» (Lc 2,10)
porque ahora sabemos que, con el nuevo orden que Jesús ha traído,
será verdad lo que el Apocalipsis nos promete:
la aparición del nuevo cielo y de la nueva tierra (Ap 21,1-4).
Con él ya podemos oír, en un eco lejano pero seguro,
aquellas palabras «fieles y verdaderas»: «
Mira que hago un mundo nuevo... Hecho está» (Ap 21,5).
Leonardo Boff
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