¿Cuándo creemos en el Espíritu Santo?


Cuando tenemos una esperanza total en la vida, a pesar de nuestras caídas y nuestras dudas.

Cuando se siente la desesperación y, sin embargo, se experimenta un consuelo interior que nadie nos puede quitar.

Cuando experimentamos el desgarrón de la muerte propia o ajena y la sabemos asumir con fe y esperanza.

Cuando aceptamos libremente una responsabilidad, aunque no tengamos claras perspectivas de éxito y de utilidad.

Cuando vivimos con serenidad y perseverancia la existencia de cada día, a veces amarga, decepcionante y aniquiladora, y la aceptamos por una fuerza cuyo origen no podemos abarcar ni dominar.

Cuando nos entregamos sin condiciones y cuando el caer se convierte en un verdadero estar de pie.

Cuando en el fondo de nuestras interrogantes y nuestros conocimientos nos sentimos abrazados por un misterio que nos acoge y nos salva y que experimentamos como el fondo más profundo y auténtico de nuestro ser.

Cuando vivimos las tinieblas del aparente sin-sentido en nuestra vida, porque esperamos una promesa que no podemos entender.

Cuando vivimos las experiencias fragmentarias del amor, la belleza y la alegría, como promesa del amor, la belleza y la alegría plena que un día recibiremos junto a Dios.

Cuando somos capaces de orar en medio de las tinieblas y el silencio, sabiendo que siempre somos escuchados, aunque no percibamos una respuesta que se pueda razonar.

Karl Rahner, S.J.

2 comentarios:

Salvador Pérez Alayón dijo...

Ayer, mientras esperaba por mi turno en una cola, aproveché para, a la luz del ESPÍRITU SANTO, en el que creo profundamente, escribir algo que ya llevaba rondando mi mente desde el día anterior, fue lo siguiente:
cuando un creyente deja de creer que decir si a JESÚS y seguirle o respónderle y, en consecuencia, imitarle, es una utopía o algo que ya en este mundo no tiene respuesta, es que ha dejado de creer en el mismo JESÚS.
Otra cosa es saber que, caminar con JESÚS y responderle esforzándose en hacer y cumplir su Voluntad, cuesta. Y cuesta, porque eso exige renuncia, subir y bajar la montaña, y luchar contra corriente en este mundo en que nos ha tocado vivir.
Un creyente es aquel que sabe que cuenta con la promesa de, QUÍEN nunca falla y siempre cumple, su Gracia y la asistencia del ESPÍRITU SANTO.
Cuando llegamos a creernos que JESÚS no nos atrae, no sólo a nosotros, sino a los jóvenes y demás personas, y que no es respuesta para todos, es que posiblemente nuestra capacidad de renuncia, de decisión y de fe se esté hundiendo como experimentó Pedro en las aguas.
Cuando creemos que el Amor no es capaz de triunfar sobre el desamor, es que estamos más cerca de la actitud de aquel joven rico que de la sencilla y pobre María: "hágase tu Voluntad".
Perdona por la extensión, pero me pareció que iba todo.
Un abrazo en XTO.JESÚS.

Ricardo Guillermo Rosano dijo...

No tenés que pedirme disculpas por la extensión, hermano, bien lo vale!. Y es muy valioso por dos razones: primero, porque como testimonio de vida nos impulsa a los demás a la reflexión y a plantearnos que la vida en el Espíritu en el devenir diario es posible, no estamos solos, nos acompaña el Señor siempre y nos sostienen los hermanos. Y en segundo lugar, nada más exacto que hablar de renuncias: al fin y al cabo, uno de los nudos de nuestras pobres vidas quizás pase por derrotar el egoísmo que a veces portamos y que nos impide una vida plena y confiada en el Espíritu de Jesús, a pesar de todo lo que pueda acontecer. Mi agradecimiento por tu presencia y tus palabras junto con un abrazo fraterno en Cristo y María. Paz y Bien. Ricardo

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