Para el día de hoy (06/12/17)
Evangelio según San Mateo 15, 29-37
Esta lectura que nos regala la liturgia para el día de hoy nos ofrece signos y símbolos que no podemos pasar por alto.
Ante todo, en esta oportunidad se trata de una multitud de indeseables a la mirada de la estricta doctrina de escribas y fariseos: son miles de extranjeros y paganos, pues todos ellos, en gratitud al bien que reciben del Maestro, alaban al Dios de Israel, es decir, hablan de un Dios ajeno, que no le es propio. Y además, entre todos ellos llevan a los que serían dejados de lado por impuros o defenestrados, los enfermos y dolientes, los que no pueden andar, los que han perdido la capacidad de mirar y ver, los que han sido reducidos al silencio y están imposibilitados de comunicarse.
Las preocupaciónes de Jesús de Nazareth asoman asombrosamente seculares, desprovistas de rigores cultuales. Está decididamente avocado, inclinado hacia donde está el sufrimiento, hacia donde la humanidad se halla menoscabada y lesionada, hambrienta, desfalleciente. Esa preocupación no es cosa de espectadores, sino que este Cristo se zambulle por entero en esos mares del dolor, sin hundirse en los problemas aparentes, y esa tenacidad en levantar y restaurar esos cuerpos doblegados, esos corazones angostados es la señal exacta del amor infinito de Dios que se encarna para que la humanidad sea plena, para que la humanidad se divinice, el camino humilde y tenaz de la Gracia.
Pero no es tarea solitaria del Maestro. Los suyos, los que le siguen, los que son parte de su familia -todos nosotros- tienen una tarea impostergable, la de entremezclarse entre las multitudes con talante, acciones y corazón de servidores, con la sencillez de quien sirve la mesa a la que otros se han sentado a comer.
Más estos servidores han de ser derrochones, poco prudentes en llevar a las gentes hambrientas que languidecen la Gracia de Dios, porque esa bendición recrea y renueva y es tan inconmensurable que todos se sacian y aún habrá más para los que todavía no han llegado.
Nunca hay que reservarse ni retacear el amor de Dios. Viene un Niño de pan que será todo en todos.
Paz y Bien
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