Para el día de hoy (18/02/14):
Evangelio según San Marcos 8, 13-21
La vida es una harina que con buena levadura puede hacerse pan, la levadura mejor de la Palabra de Dios que convierte existencias, pueblos, el mundo entero.
El Maestro lo aprendió en su niñez nazarena, cuando observaba atentamente a su madre y a las otras mujeres del pueblo colocando un pequeño puñado de levadura en las medidas de harina para el pan diario. Sabía de la fuerza transformadora de lo en apariencia pequeño, al igual que la semilla del grano de mostaza.
Sin embargo, les advierte a los discípulos que hay otras levaduras que no son tan buenas. Más aún, que son malsanas y corrompen ese destino magnífico de pan nutricio. Y distingue dos levaduras de las cuales han y hemos de estar en guardia, tener cuidado que no nos fermente. Hay cosas que, aunque graves y peligrosas pasan y perecen. La mala levadura es peligrosa por los efectos perdurables que ocasiona, y puede ser nefasta.
Así entonces la levadura de los fariseos. Se trata principalmente de un fermento de cariz religioso; es el puntilloso cumplimiento del precepto por el precepto mismo, es la pretendida manipulación de la voluntad divina merced a la acumulación de méritos piadosos, es la hipocresía de sostener la pura exterioridad y olvidar el corazón, es una vida estructurada en donde todo está dicho, en donde no hay posibilidad de asombrarse ni espacios para nada nuevo, es el ámbito de un dios que premia o castiga según las conductas. En esa levadura no hay sitio para el amor que es el Dios de Jesús de Nazareth.
Por otro lado, está también la levadura de Herodes. Aunque apoye sus pies en cierto sectarismo religioso, se trata de un fermento intrínsecamente relacionado con el poder, con su uso y su abuso. Es la componenda falaz, la racionalización del uso de la fuerza, la perpetuación del dominio, la justificación de los medios de acuerdo a los fines, la supresión del disidente, la corrupción como lógica primordial. En esta levadura la generosidad, el servicio y la solidaridad jamás pueden florecer.
Todos nosotros portamos algún resabio de estas levaduras. Y sólo con el fermento de la Palabra podremos convertirnos en pan para el hermano, sencillo y humilde maná que sea bendición en nuestros lugares, como Aquél que ha satisfecho el sustento ausente de tantos, y el hambre de verdad de todos.
Paz y Bien
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