Seguirte, Señor



Para el día de hoy (18/01/14):  
Evangelio según San Marcos 2, 13-17



Seguirte, Señor, es tener la maravillosa certeza de que nos has buscado, que has salido a nuestro encuentro, en nuestros quehaceres cotidianos, en esos presentes a veces tan insípidos de rutina, y les diste un sentido nuevo. Nos brindaste junto a tu amistad incondicional un horizonte seguro hacia donde ir, una razón para vivir -que no sobrevivir-, tu respaldo perpetuo más allá de nuestros quebrantos.

Seguirte, Señor, es descubrir corazón adentro que nunca se nos apaga el rescoldo de eternidad que se nos ha concedido, imagen de ese Dios que se ha llegado hasta aquí y se ha quedado entre nosotros.

Seguirte, Señor, es esa confianza de que sos el mejor médico, ese mismo que jamás abandona a sus pacientes, todos nosotros, tan doblegados por el peso de las miserias que elegimos, la ceguera de nuestras fugas, las camillas de nuestras comodidades, las llagas del egoísmo, la crueldad de ignorar al hermano.
A veces la carga que portamos libremente es tan gravosa... pero aún así, tu invitación sigue firme y constante a pesar de los escasos méritos. Todo es Gracia.

Seguirte, Señor, es saber también que tu mesa es amplia, enorme, y que tienen asientos preferenciales todos aquellos a los que ni soñando invitaríamos a nuestras mesas restringidas. Tu mesa es donde la vida se comparte, la vida se celebra, la vida se agradece, la vida se expande y multiplica.

Seguirte, Señor, es enarbolar humildemente la bandera de tu tenacidad. Desde nuestras mínimas y modestas existencias, seguir, siempre seguir, jamás rendirse ni bajar los brazos, a pesar de tantos rostros circunspectos, agrios árbitros de lo correcto pero jamás de lo justo, lo que se ajusta a la voluntad de Dios.

Seguirte, Señor, es manifestar tu confianza en nosotros, porque creés en nosotros mucho más que lo poco que nos aferramos a tu esperanza. Porque no te importa tanto lo que somos, sino lo que podemos llegar a ser, la vida que podemos acrecentar, la plenitud que siempre está allí, al alcance de cada corazón, esa alegría que no se agota.

Seguirte, Señor, es andar a paso firme sabiendo que nos andás resucitando de tantas muertes con tu perdón y tu misericordia que nos sanan y liberan. 

Paz y Bien

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