Para el día de hoy (08/01/14):
Evangelio según San Marcos 6, 34-44
Las primeras comunidades cristianas consideraron al relato de la multiplicación del pan como un signo principal de la Buena Noticia de Jesús de Nazareth, y en un talante tan relevante que los cuatro Evangelistas -testigos inspirados que escriben la memoria colectiva de Cristo- lo mencionan.
Es que el Dios de Jesús de Nazareth, asombrosamente, no se parece en nada al Creador severo y alejadamente castigador que sus tradiciones les habían inculcado, ni menos a los varios dioses de algunos pueblos extranjeros y vecinos.
Este Dios se manifiesta -Epifanía- en un compromiso decidido con las necesidades humanas, sin desentenderse jamás, sin excusas, a pura compasión. Es el misterio de la Encarnación que transforma el devenir histórico -chronos- en kairos, tiempo santo de Dios y el hombre, urdimbre eterna de tiempo e infinitud.
Se trata de una multitud muy numerosa, aún para los parámetros de la época. Se trata de varios miles de personas, libradas a su suerte, una masa de gente hambrienta del sustento y necesitada del pan que no perece, de algo más que la mera supervivencia, una masa informe cargada de olvidos y, en cierto modo, resignada y abandonada a su suerte.
Hemos de mencionar que los discípulos se comportan con razonabilidad, con una lógica impecable. Se encuentran frente a una necesidad mayor que los excede y desborda, pero no miran hacia otro lado.
Pero su gran error está en buscar improbables soluciones por fuera, y menoscabar todo lo que podemos hacer juntos, a pesar de estos mínimos panes y pequeños pescados que somos, y en quedarse en la superficie, es decir, en la carencia del pan que aplaca el hambre solamente.
Hay que atreverse a ir más allá, a navegar mar adentro de los corazones, a implicar las manos en la historia, a estar dispuestos a embarrarse alegremente los pies.
Este Cristo que expresa la entrañable ternura de Dios que llamamos misericordia sabe que el hambre impuesto es una afrenta terrible, que a los hambrientos no hay que despedirlos librados a su suerte. Pero que mucho más grave es suponer que alcanza con llenar los estómagos. Hay más, mucho más, siempre hay más.
Raíz de la Eucaristía es su voluntad eterna de saciar la carencia de sustento con el milagro y el escándalo del compartir, pero desde otra perspectiva mucho más profunda, y es la comensalía. Comensalía es compartir casa común y mesa, en donde todos se descubren parte de una misma familia, en donde todos y cada uno se reconocen valiosos. Son los gestos y acciones concretas y nutricias que enfrentan con decisión todas las necesidades de pan y de Pan de Vida e común, de existencia compartida, de ágape.
Dios se manifiesta en cada acción de compartir la propia existencia.
Y no está nada mal, para nada mal, organizar la solidaridad. La realidad es mucho más gravosa que ciertas presunciones románticas -cierto hippismo religioso- y además del pan, suele escasear el sentido común, el menos común de los sentidos.
Es por eso que todo hambre ha de resultarnos intolerable, y hay que mirarlo de frente, enfrentarlo, resolverlo, jamás resignarse.
El nacimiento en Belén es el comienzo del fin del no se puede, la eterna decisión del final de los imposibles.
Paz y Bien
0 comentarios:
Publicar un comentario