Madre de Dios, Madre de la paz




Santa María, Madre de Dios

Para el día de hoy (01/01/14):  
Evangelio según San Lucas 2, 16-21



Ellos no son compañía conveniente ni recomendable. Viven a campo raso, son vindicados habitualmente como amigos de lo ajeno, y por su contacto habitual con animales poseen un persistente grado de impureza ritual que los vuelve indignos de toda participación religiosa, litúrgica. No es nada sensato eso de andar invitando a gentes así, tan marginales, al lugar en donde se halle a un recién nacido.

A la vez, de ellos puede esperarse cierta desconfianza razonable, y el anuncio que les realiza el Mensajero es, cuanto menos, insólito y por supuesto, inesperado. A ellos -justamente a ellos- se les dá parte de una noticia asombrosa, y se les realiza un convite impresionante: han de ser testigos preferenciales del nacimiento de Aquél que todo un pueblo, a través de los siglos, esperaba y esperaba en germen de alegría y liberación.

La vida se abre paso desde los márgenes, desde la periferia de la existencia.

La escena es extrañamente profana, pues no acontece en el Templo, sitio por excelencia de lo santo. El lugar es un aprisco -apenas un refugio de animales en la noche- pero en esa noche ellos son testigos del día, del sol que nace de lo alto empujando todas las oscuridades, de lo sagrado que se expresa en lo cotidiano. Allí, en el sitio menos esperado, está el carpintero, está la Madre y está el Niño anunciado. Y esa noticia es tan maravillosa que debe, inexorablemente, ser contada a los demás.

Ternura inexpresable de Dios que elige a los que el mundo descarta como fedatarios de la verdad. Ellos son anónimos para la mayoría, pero tienen nombre, apellido y rostro para ese Dios que los busca y se deja encontrar.
Ternura infinita de Dios, que por esa mujer pequeña e ignota el frío utilitario del pesebre se transforma en hogar cálido, cuna para el Niño, sitio en donde todos son bien recibidos, parte de la familia.

Luego del parto y cumplidos los plazos legales, Ella y el carpintero permanecen fieles a la historia de su pueblo y a la fé de sus mayores, y es por eso que llevan al Niño a circuncidar. Es mucho más que una pequeña intervención quirúrgica y ritual, es sobre todo reivindicarse como parte de un pueblo, y cantar la fidelidad del Dios de la Alianza. Es dar un nombre al Hijo, es nombrar a Dios.

Ella es Madre de Dios y Madre de la Paz.
En donde está la Madre, seguro está el Hijo.

Ella madura todas las cosas en las honduras de su corazón grande, el sitio fértil que todos tenemos para que nos nazcan cosas nuevas, Ella es capaz de hacer de toda su existencia un altar en donde se ofrenda lo que se es y nada se impone, y por ello mismo la paz -don y misterio- es posible, prestando atención a los ignorados de siempre, haciéndolos familia, en la escucha atenta de la Palabra que se le hace vida, tiempo, existencia, un Hijo mismo que es nuestra liberación y nuestra alegría.

Muy Feliz año para todos.

Paz y Bien

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