Para el día de hoy (23/03/13):
Evangelio según San Juan 11, 45-57
(Si bien las Escrituras no son crónicas en el sentido histórico -son relatos espirituales, teológicos-, el conocimiento de las circunstancias históricas que en ellas se mencionan pueden ser muy útiles a la hora de la reflexión.
En la Palestina del siglo I la dominación imperial romana sucedía en todos los ámbitos, y se afirmaba de un modo contundente mediante la fuerza brutal de las legiones estacionadas en Cesarea y en Siria; los pretores y cónsules romanos no vacilaban en reprimir con letal eficacia cualquier atisbo subversivo o cualquier conato de rebelión.
Por aquel entonces, la figura y el renombre del humilde rabbí galileo crecían sin parar. Sea a través de sus signos, sea a través de su Palabra nueva, cada vez más gente le prestaba atención, y muchos lo seguían de modo creciente.
Todo ello provocaba las furias y las angustias de los poderosos locales, representados en la lectura de hoy por Caifás y el Sanedrín. A pesar de la dominación romana, ellos dominaban las almas, los corazones y las mentes de todo el pueblo judío, y junto a ello, ostentaban posiciones de privilegio y poder económico.
Por ello es dable y razonable que reunan al Consejo de notables para decidir qué hacer con ese nazareno tan peligroso; arguyen -no sin razón- que si Él sigue creciendo se pondrá en peligro a la nación entera y al Templo.
En realidad, el peligro primero estriba en ellos mismos, en sus posiciones y status, y por ello no dudan en condenarlo a muerte.
Como siempre sucede, a veces decimos cosas trascendentes sin quererlo y sin darnos cuenta.
Caifás argumenta que es bueno que muera un solo hombre por todo el pueblo, y a pesar de sus aviesas intenciones, sus palabras son pura profecía.
Ese hombre solo, ese Cristo pobre y humilde morirá en la cruz porque nadie más debe morir, porque nadie más debe ser sometido a cualquier violencia, porque nadie más debe merecer la cruz.
Para esos hombres, la vida de un hombre no tiene importancia ni valor y es una simple moneda de cambio.
Ese hombre morirá por todo el pueblo, por todos los pueblos, para reunir a los dispersos, para que todos vivan, y no será un hecho fortuito ni un incidente buscado por Dios.
Es una cuestión de poderosos que se transforma en santa merced al amor que se palpita)
Paz y Bien
0 comentarios:
Publicar un comentario