Evangelio según San Mateo 5, 17-19
(Esta lectura del Evangelio del día de hoy puede resultarnos paradójicamente controversial, especialmente con ese cariz renovado y santamente transgresor del Maestro, que reniega abiertamente de esas literalidades que sólo conducen a fundamentalismos que poco o nada tienen que ver con la Buena Noticia, y que lo llevó a ser tildado de blasfemo, a ser expulsado de la sinagoga, a ser perseguido, a ser crucificado.
En todo su ministerio Jesús embiste contra esas prácticas legalistas que se aferran a conceptos de pureza ritual, de formulismos y de estereotipos anudados a la pura exterioridad, todos ellos causantes de gravosas cargas, de exclusión, de opresión y de -especialmente- ignorar y rechazar al Espíritu que ha inspirado a esa Ley.
¿Entonces?
Jesús pone en un mismo plano a la Ley y a los Profetas, es decir, hace una lectura profética y liberadora de la Ley, una Ley que se ha constituido para servir al hombre y no a la inversa. En cierto modo, la deificación de la Ley -o de dogmas, rituales, preceptos- es una forma de idolatría.
Nosotros creemos en Alguien, Jesús de Nazareth, Cristo de Dios, nuestro hermano y Señor, antes que en códigos estratificados.
Es que la Ley y los profetas adquieren también real valor y sentido en la Encarnación de Dios. Toda la historia y el universo confluyen en ese Cristo que nos convoca. Por ello mismo, todo lo que se interponga es ajeno a la Buena Noticia del Reino de la Gracia.
La Ley y los Profetas se hacen plenas y siguen teniendo validez en tanto y en cuanto su horizonte y su perspectiva sean el Cristo de nuestra Salvación)
Paz y Bien
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