La justicia de José de Nazareth


San José, Esposo de la Virgen María

Para el día de hoy (19/03/13):  
Evangelio según San Mateo 1, 16. 18-21. 24a


(La historia de la Salvación es una misteriosa y paciente urdimbre amorosa de Dios a través de los siglos y en las profundidades de la historia humana. 

Desde aquel viejo pastor de Ur -con pequeños pasos firmes- y a través de unas tribus esclavas de Faraón que moldeará como pueblo en el crisol del desierto, ese Dios enamorado de su creación se mantuvo y se mantendrá fiel a su promesa de redención. 
A pesar de quebrantos, traiciones y violencias, ese Dios nunca dió la espalda. Así entonces tuvo mensajeros -mujeres y hombres de amistad intrínseca con Él- que anunciaban que la esperanza seguía viva y encendida, y denunciaban toda resignación y toda afrenta a esa vida que se había confiado en las manos humanas.
En las mismas entrañas de la historia se estaba gestando un Salvador, un Mesías que sería liberación para ese pueblo y para todos los pueblos.

Todo tiene su tiempo y su proceso, y la historia ya estaba grávida de Aquél que todos esperaban con ansias, confiados en el Dios de sus ancestros. Contrariando razones y lógicas, ese Dios le pide permiso para llegarse a nuestras vidas por medio de una pequeña muchacha judía campesina, de la periférica Galilea siempre sospechosa y marginal.
Ese embarazo estará teñido de sospechas, porque esa muchachita, María de Nazareth, aún no convivía con su prometido, José, un carpintero judío de su misma aldea.

Este hombre tendrá una importancia decisiva en el largo camino de la llegada del Salvador.
Si él repudia por los motivos que fueren a su joven esposa, tal vez por diversos motivos ella se salve de las prescripciones violentas de la Ley mosaica y salve su vida, y la del bebé que se crece en su interior. Pero si José se aparta, ese niño será sólo un bastardo sin destino ni parientes, un accidente desencajado de la historia.

José, al permanecer firme en el amor que profesa a su esposa y al sostenerse en la confianza hacia su Dios -aunque no alcance a comprenderlo- cuidará de ese Hijo asombroso, será su padre y hasta le impondrá su nombre. Dar un nombre no es algo menor: un nombre define carácter y preanuncia destino, y su hijo se llamara, por su entereza y decisión, Jesús, Dios Salva. 
Pero además, mantendrá incólume la promesa: ese Hijo tiene una raíz muy extensa, y está decididamente ligado a su pueblo.

Las dudas de José suelen interpretarse por un pretenso adulterio, a partir de ese embarazo sospechoso de María. Pero el Mensajero no justifica al carpintero la situación de su esposa: el Mensajero explica a José que és lo que sucede con él mismo.
Las dudas de José surgen a partir de descubrir la enormidad de la presencia de Dios en María frente a esa terrible pequeñez que revela su existencia. Aún así, él dará un salto de confianza.

José es justo porque ajusta su voluntad a la de Dios, una voluntad que reafirma la vida contra todo pronóstico, en el servicio humilde y silencioso de aquellos que protegen y cuidan la existencia hasta que esta tenga alas propias, que no ansían reconocimientos pero que están allí, firmes como árboles nobles, íntegros en su fidelidad, cálidos en su silencio.

La cultura clásica ha afirmado, con notable precisión, que la justicia es dar a cada uno lo suyo.

José de Nazareth expresa sin ambages que la justicia es, ante todo y por sobre todo, dar lo suyo, darse uno mismo)

Paz y Bien

 

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