Viernes Santo
Para el día de hoy (29/03/13):
Evangelio según San Juan 18, 1-19, 42
(Hoy, en pleno Viernes Santo, es necesario hacer un silencio profundo y dejar que hable la Cruz, que hable la Pasión, que hable el Crucificado, que hable el amor que es el mismo Dios.
Sin ese silencio crucial, hubo, hay y habrá muchos sonidos y situaciones capaces de desviarnos la mirada de lo que verdaderamente importa, de lo que realmente decide todo.
Sin ese silencio imprescindible, tendrán la palabra los Anás de la manipulación, el fin que justifica los medios, los que llevan a los inocentes de un lado a otro en medio de la noche para que el pueblo no se dé cuenta, los que entienden al amor como una amenaza, los representantes oficiales de un dios que premia y castiga, un dios que puede manejarse mediante acumulación de actos pseudopiadosos, los renegadores de toda generosidad, los que ejercen poderes opresivos en nombre de ese dios, los que detentan la cercanía a Dios en desmedro de todos los demás.
Sin ese silencio, Caifás será determinante en sus tejes y manejes, en su desprecio militante, en su razonable justificación de violencia y muerte, en abofetear al indefenso, en la burla pertinaz al profeta, en la ostentación que ofende toda pobreza y sencillez.
Sin ese silencio, el pretor Pilatos y todos los poderosos imperiales serán los que decidan sobre la vida y la muerte de los pobres y mansos, los que ninguna culpa tienen, los que en aras de la política, el status quo y el poder son capaces de la brutalidad más cruel, los injustos opresores que suelen ceder a presiones religiosas, razones imperiales o intereses económicos. Son los que minimizan la verdad, y en ese relativismo se llevan por delante la tantas vidas sin culpa alguna. Son los puntillosamente eficaces a la hora del suplicio y la muerte -la cruz es patíbulo romano-.
Sin ese silencio, tendrá importancia el miedo que niega y reniega mucho más que tres veces, la amistad vendida por dinero, la bondad criminalizada.
Hay que volver a dejar que la Cruz nos hable, escándalo para los judíos y locura para los gentiles.
Allí resplandece el amor mayor de Jesús de Nazareth, el hijo de Dios, el hijo de María y José, que se nos muere para que nadie más muera, para que no haya más crucificados, para que todos -incluidos los que lo odian y lastiman- vivan, y vivan en plenitud.
Hay que dejar que hable la Cruz)
Paz y Bien
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