Evangelio según San Juan 8, 12-20
(El Maestro se encontraba en la Ciudad Santa, en plena celebración de la Fiesta de Sukkot o de los Tabernáculos, festividad solemne que recordaba el tiempo que el pueblo de Israel hubo de vivir en tiendas o tabernáculos muchos años en el desierto, antes de llegar a la Tierra Prometida.
Dentro del ceremonial de la fiesta, se encendían en el Patio de las Mujeres del Templo unos candelabros enormes, por el mismo sitio en donde habría de pasar la procesión litúrgica solemne. Estos candelabros tenían, cada uno de ellos, cuatro grandes cuencos llenos de aceite y agua, con unas mechas elaboradas a partir de hilos tomados de los ornamentos sacerdotales, y para poder encenderlos era menester subirse a una escalera. Cuando las mechas se encendían, la luz de estos candelabros era visible desde todos los rincones de Jerusalem.
En ese ambiente cargado de significación, de signos y símbolos tan caros para la nación judía, allí en pleno Templo relumbrante en la noche por los hachones encendidos, Jesús de Nazareth se pronuncia y declara como luz del mundo.
No es un tema menor, ni tampoco una mera provocación dedicada a sus enemigos, sino que se trata de un nuevo éxodo, un éxodo definitivo.
La luz de la verdad no se encontrará en las construcciones imponentes, en las edificaciones humanas, en la pompa y el boato del culto, sino que la verdad radica en una persona, Jesús el Cristo. Más aún, de este modo queda quebrantado el modelo unicista de Pueblo Elegido, en donde Israel es la luz de las naciones por subordinación divina. Al ser Cristo luz del mundo, todos los pueblos de la tierra -la humanidad- es depositaria de la promesa de Salvación, vos y yo, tú y ella, todos y cada uno de nosotros.
La luz implica movimiento. La luz jamás permite el estancamiento de la rutina o de la resignación.
La luz implica ponerse en marcha, peregrinar hacia la tierra prometida del Reino, tierra de fraternidad, de justicia, de compasión.
Contrariamente a lo que suponen sus adversarios y perseguidores, el Maestro no está proponiendo un nuevo modelo organizacional ni una nueva institucionalidad que reemplace a la antigua. Él edifica vida nueva y mundo nuevo a partir de mujeres y hombres nuevos recreados desde su Espíritu, con horizontes infinitos que no han aceptado permanecer en la oscuridad de una vida sin sentido ni proyecto.
La luz se enciende en las profundidades de los corazones)
Paz y Bien
0 comentarios:
Publicar un comentario