Para el día de hoy (25/01/13):
Evangelio según San Marcos 16, 15-18
(Es tiempo de Resurrección, vida que vence y trasciende los límites de la muerte, vida tenaz y pujante, vida que no hay modo de apagar.
Es el Resucitado que se llega a los suyos, a nosotros, para que nos crezca la esperanza al calor de la fé, don y misterio.
Con los corazones encendidos, con las existencias re-creadas, todo se vuelve misión, y misión sin límites. La Salvación ha de llegar a todos los pueblos, a cada mujer y a cada hombre, a toda la creación, al cosmos, porque nadie ha de desconocer el profundísimo y asombroso amor de Dios.
Esa fé que nos es dada, que se enraiza en los corazones y que se expande en nuestra cotidianeidad -urdimbre de eternidad en el día a día- tiene signos certeros e inequívocos.
El poder del mal que daña y corroe la vida, lo que es plenamente humano, retrocede y se remite al nunca más. Esos demonios de inhumanidad son desalojados.
Como la misión no tiene fronteras, es preciso hacerse comprender. El modo no pasa primero por las academias, sino por expresarse en el lenguaje común a todas las gentes, el lenguaje universal del amor, que acerca a los alejados, reune a los dispersos y nos vuelve conscientemente hermanos.
No hay veneno que pueda hacer daño, ponzoña de maledicencia ni tóxicos perniciosos del que dirán. Se sigue hacia adelante con fuerza y sin temores, con todo y a pesar de todo.
Cuando los amigos y seguidores del Resucitado se hacen presentes, se renueva la esperanza de que toda dolencia retroceda. Porque la sanación comienza en la fé, en una fé que se afirma cuando el olvidado es reconocido en su dignidad única e intransferible, cuando se ejerce sin vacilar el maravilloso derecho a la compasión, que alivia todo dolor.
Los signos de Salvación no son señales huecas, sino palabras que anuncian la mejor de las noticias, gestos solidarios, acciones de liberación.
Porque Él está vivo, y se ha declarado así el fin de los imposibles)
Paz y Bien
0 comentarios:
Publicar un comentario