Para el día de hoy (16/01/13):
Evangelio según San Marcos 1, 29-39
(El Evangelio para el día de hoy tiene un tenor tan personal y detalles específicos -propios de un testigo presencial- que son un enorme convite a cada uno de nosotros a ser partícipes de esos hechos.
Todo sucede en una casa, hogar de los hermanos Pedro y Andrés. Comienza a gestarse un espacio nuevo, en un ámbito secular y profano, en donde la comunidad se reune alrededor del Maestro y allí acontece el Reino, y quizás ése sea -en este tiempo de buenas nuevas, en el año de la Gracia- el espacio en donde florezca lo sagrado, en contraposición de la sacralidad excluyente del Templo.
Allí, en ese sitio de familia, se encontraba postrada por la enfermedad y la fiebre la suegra de Pedro, y aquí son varias las cuestiones que se nos plantean.
Por un lado, es razonable pensar que esa mujer es una anciana y que es viuda y no tiene hogar -por ello vive en el hogar de su hija y su yerno el pescador-. Es una mujer en el último de los escalones sociales, totalmente vulnerable y desprotegida, dependiente de los demás para la mera supervivencia.
Por otra parte, se encuentra postrada a causa de una enfermedad indeterminada, pero que sin dudas la deja a las puertas de la muerte, tal es la inmediatez y la urgencia de los que se lo comunican a Jesús. Aquí también hemos de considerar que, para los criterios religiosos imperantes, toda enfermedad volvía impuro al enfermo, y era considerada consecuencia del pecado, cierta balanza que golpeaba los cuerpos por parte de un dios vengador y justiciero.
Por ser mujer y por estar enferma, es inimaginable que ningún varón se acerque a ella, dados los estrictos preceptos imperantes.
Pero Jesús de Nazareth -sin vacilar- transgrede todo aquello que agrede lo humano, lo que es contrario a la vida, y sucede ese milagro de ternura que es tomar acercarse, tomar la mano de la mujer y hacerla levantar.
No hacen falta fórmulas mágicas ni ritos arcanos para que se exprese el amor de Dios, y la vida de esa mujer queda restituida en la salud de su cuerpo y en la liberación de su alma.
Ella ha recobrado su vida, su existencia en plenitud, y libremente se pone a servir a Jesús y a sus discípulos.
Se trata de la diaconía, servicio que es ofrenda redentora y no imposición de esclavitud o servidumbre, y es diaconía de una mujer en esta familia creciente, la Iglesia. Tristemente y durante mucho tiempo hemos soslayado -y lo seguimos haciendo- este principio fraterno de la comunidad, en la que nos volvemos todos, mujeres y hombres, libres para servir al hermano.
La fama de Jesús de Nazareth se extiende, y traen a su presencia a todos los dolientes del lugar. Nadie se vá sin respuestas, con las manos vacías, cuando se busca al Maestro.
Pero Él no es de nadie porque es de todos, para todos.
La insistencia de Pedro y los otros responde a la tentación de querer apropiarse de un Cristo que se ofrece a la humanidad entera y no a unos pocos.
Pero Él debe llegar a todos los pueblos sin excepción, anunciando que otra vida es deseada por Dios Abbá, y que esa vida plena es posible)
Paz y Bien
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