La Epifanía del Señor
Para el día de hoy (06/01/13):
Evangelio según San Mateo 2, 1-12
(Epifanía proviene del vocablo griego epiphaneia, cuyo significado podía expresar tanto una idea secular como religiosa. En lo secular, refería al ingreso a una ciudad de un rey o de un personaje poderoso, rodeado de los signos de poder, de un ejército que lo custodia, de una pompa que le rinde honores. En el plano religioso, implicaba la manifestación divina en favor de los hombres.
Pero estamos frente al hecho asombroso y decisivo de la Encarnación -urdimbre santa de Dios y el hombre- y no hay esas escisiones o simas que tanto gustamos de esgrimir. El tiempo y la eternidad se tejen juntos, y el tiempo ya no es devenir cronológico sino que es kairós, el infinito de visita en nuestros arrabales, un Dios que se hace hombre.
Ante nosotros, tenemos una extraña manifestación, y suceden hechos que revisten impensados bajo criterios mundanos.
Los magos de Oriente siguen la huella que les vá marcando una estrella incansable e inquieta, un cosmos que se subordina para que lleguen a buen destino.
Ellos -puros extranjeros, netamente gentiles- se presentan en Jerusalem: vienen a adorar al rey de los judíos, y con esa afirmación se reafirman su extranjería: si fueran parte del pueblo elegido, habrían de solicitar ver al rey de Israel.
Es razonable que se presenten en esa ciudad, pues es reconocida como la capital y el corazón de Israel.
Por ello mismo, se desata el desconcierto y se encienden los temores. Herodes convoca a sumos sacerdotes y escribas, y es la conjunción del poder político, del poder religioso y del poder del conocimiento que se sienten amenazados. Si estos extranjeros vienen a adorar al rey de los judíos -y no se refieren a Herodes-, quiere decir que Herodes no es rey ni el César soberano.Para colmo de males, ellos saben que en algún momento u otro llegaría el Mesías, y que hay una antigua profecía que indicaba que surgiría en Belen de Judá.
Cunde el pánico.
Extranjeros sin el mínimo esbozo protocolar quieren adorar a un rey que no es Herodes ni mucho menos el César. Para colmo traen regalos como es costumbre en estos casos, pero esos tributos de reconocimiento no irán a parar al tesoro oficial.
Este rey al que están buscando parece ser totalmente ajeno a los poderosos. Ciertamente, no está detrás de los altos muros jerosolimitanos, en donde han amurallado a la verdad hasta reducirla a una torpe caricatura.
Este rey no se codea con sabios pretensos, con puntillosos guardianes de la ortodoxia, ni se rodea de una corte ampulosa de venales obsecuentes que todo aplauden, ni está protegido por una guardia pretoriana rebosante de armas eficaces.
Este rey tiene por corte a los descastados y sospechosos de siempre -simples pastores nocturnos de la sierra-. Su trono está en los brazos cálidos de su Madre, su palacio es un refugio de animales que escapan del frío de la noche.
Sucede entonces una rebeldía magnífica. Es que estos hombres de mirada profunda, de ojos lejanos, sólo quieren ir al encuentro de ese rey, y siguen sin desmayos ni desvíos a esa estrella que destella en las honduras de sus corazones.
Estos magos no son manipulables mediante engaños, a través del miedo o por las trampas del poder porque siguen los caminos que ese rey que están buscando les vá alumbrando. A gente así no se la puede detener de ningún modo.
Quiera el Espíritu que la Epifanía se vuelva para nosotros una serena manifestación, un cambio inequívoco de rumbo, una esperanza certera, porque es un desafío manso.
Es que al Salvador no se lo ha de encontrar en los palacios, tras los muros de mentalidades y esquemas, bajo la sombra de los poderosos de turno -sea cual fuera su origen y función-.
A este rey lo encontraremos en la periferia, rodeado de todos aquellos que la historia excluye concienzudamente con feroz desprecio, en la humildad y fragilidad de un Niño acunado por su Madre, por el que se vuelven sagrados todos los niños.
Allí sí, en ese encuentro santo, se dejarán de lado cualquier voluntad de trueque o comercio, porque se llevan ofrendas plenas de afectos, y luego partir por otros caminos, desobedientes a todo lo que es inhumano, lo que oprime, lo que se opone a la vida)
Paz y Bien
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