Para el día de hoy (24/01/13):
Evangelio según San Marcos 3, 7-12
(Todo había sucedido con inusitada rapidez, y el pequeño grupo de Jesús y sus seguidores que recién iniciaban su ministerio andando por los caminos de aquella Palestina, había crecido de modo exponencial. Las gentes se agolpaban con ansiedad cada vez mayor allí donde Él se encontraba.
La lógica indicaría que por su origen, vendrían en su busca hijas e hijos de Israel; sin embargo, el Evangelista nos dice que además de Judea y de la misma Jerusalem, lo buscaban desde Idumea, y desde Tiro y Sidón -el actual Líbano-. Ello tiene un significado muy profundo, y refiere a la universalidad de la Salvación, sin restricciones, no acotada a unos pocos elegidos.
No obstante ello, lo que impera es una teología o espiritualidad del éxito, es decir, esas gentes acuden al Maestro pues los sana de toda dolencia, y es el único que los recibe sin exigencias. Lo tienen por bondadoso sanador o taumaturgo, pero Él es mucho más que eso.
Esa multitud que se apretuja de manera creciente en la orilla y amenaza con aplastarle, y Él comienza a enseñar la Buena Noticia desde una barca.
La fama imperante es peligrosa, y es menester un éxodo: los milagros de sanación son signos / señales del amor infinito de Dios, y el gran error es quedarse atado a esas señales como hechos espectaculares, y no orientar la mirada y el corazón hacia el amor infinito de un Dios que es Padre y Madre.
Precisamente ésa es la expresión de los espíritus malignos, los que Él manda acallar, los que lo reconocen como Señor sólo cuando hay un éxito, esclavos de la fama y de los prodigios más nó hijas e hijos de Dios.
A veces hay que tomar un poco de distancia, subidos a una barca de equilibrio que no se aleje del dolor de los hermanos. Es imprescindible para recordar nuevamente cual es nuestra vocación, nuestra misión y quien es Aquél que verdaderamente cuenta y hacia el cual los corazones han de orientarse)
Paz y Bien
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