Para el día de hoy (22/01/13):
Evangelio según San Marcos 2, 23-28
(Para la religiosidad imperante en los tiempos del ministerio del Maestro, la observancia estricta del sábado -Shabbat- era crucial y decisiva. Durante más de cinco siglos, desde el cautiverio babilónico hasta ese presente de dominación romana, el respeto por el Shabbat se había vuelto una cuestión no sólo religiosa sino también secular, y respondía a una necesidad de preservar su identidad única e intransferible.
Sin embargo, y con la preponderancia de la corriente farisea, esta observancia se había vuelto asfixiante, opresiva e inhumana; ello respondía, en parte, a una lectura literal de la Torah, y así es cuando comienzan los problemas graves.
La literalidad es en gran parte motivo del fundamentalismo de cualquier signo.
Escribas y fariseos habían invertido el sentido primordial del Shabbat -quizás, un arquetipo de nuestros domingos-, esto es, día de descanso y de reencuentro con Dios y con la comunidad, y por ello mismo, día santo.
Invertirlo implicaba trastocar ese Shabbat como medio para la santificación en un fin en sí mismo, renegando de su auténtico sentido.
Jesús de Nazareth anuncia la Buena Noticia, los tiempos del Reino aquí y ahora, el año infinito de la Gracia.
Es tiempo santo, kairós de Dios y el hombre, de un Dios que es Padre y es Madre y por el que todos somos hermanos. Con un aire nuevo y un horizonte así tales leyes e imposiciones carecen de sentido y, peor, se vuelven opuestas a la mejor de las Novedades, toda vez que se vuelven motivo de opresión y negación expresa de Aquel que por amor y bondad quiso instituirlas, para que se restablezca lo que se ha roto, para reconstituirse, para reencontrarse.
Aún así, ello exige necesariamente la conversión, el éxodo de un Dios lejano y severo -rápido a la hora de los castigos- al Dios Abbá de Jesús de Nazareth, al que le importa más el hambre de los discípulos que unas pocas espigas desgranadas ese sábado)
Paz y Bien
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