Para el día de hoy (20/01/13):
Evangelio según San Juan 2, 1-11
(Era una fiesta de esas que se encuentran aún en los pueblos pequeños, festejo de bodas en la que participan parientes y vecinos; se celebra el amor, se celebra la vida presente y creciente porque los hijos que un día vendrán.
Es un acontecimiento muy importante -nada fútil ni pasajero- y es tiempo de encuentro, por ello mismo dura varios días,y para que esa alegría no se apague es menester que haya vino en cantidad, vino para brindar, para bailar, para cantar junto a los novios.
María de Nazareth se encontraba allí. Probablemente ella era conocida de las familias, y por ello el Evangelista señala que Jesús y sus discípulos también fueron invitados.
María llega primero.
Y con ojos de mujer y corazón de Madre, sabe que algo no anda bien. El vino escasea y se está por terminar, y si no hay vino la fiesta se adormece y la vida se apaga.
No hay sucedáneos. Pero María sabe lo que hace falta, y hay que hacer todo lo que diga el Hijo.
Ése precisamente es el vino de María de Nazareth, el vino que jamás escasea ni se mide, el vino de las existencias que se comparten con el gozo de descubrirnos, de un Dios que es sonrisa y abrazo, de un Dios que fecunda todos y cada uno de los días, un Dios que desborda cualquier precálculo mezquino, un Dios que con todo y a pesar de todo nos ha soñado y creado para la fiesta, para la felicidad.
Pero suele pasar que esa alianza a la que Él permanece por siempre fiel, se nos rompe en nuestras manos frágiles, a causa de miserias, tristezas, egoísmos y múltiples quebrantos.
Cuando eso sucede, solemos acudir a las viejas tinajas de piedra fría e inconmovible, buscando en destemplados gestos huecos y en rituales vacíos aplacar las furias de un dios severo que ha trastocado nuestra suerte, vino avinagrado, vino que hace daño.
Pero allí vuelve a aparecer, silenciosa y atenta, la Madre de Jesús, preocupada en que nos mantengamos encendidos, para que brindemos con el vino de la Buena Noticia que trae el Hijo.
El vino de la Madre es el vino santo del Hijo -sangre que vivifica- y cuando la Madre pide, el Hijo no se niega.
Ella tiene sus ojos profundos en todos nosotros, sabedora de que ese Hijo no permitirá jamás que la fiesta finalice, que la alegría se cancele, que la felicidad tenga fecha de vencimiento)
Paz y Bien
0 comentarios:
Publicar un comentario