Fieles difuntos
Para el día de hoy (02/11/12):
Evangelio según San Lucas 24, 1-8
(Hoy no es un día que pueda pasarse por alto, ni que se atraviese con facilidad. Es el día en que recordamos con nostalgia, con tristeza, con dolor y soledad a los que se han ido, a los que han partido antes que nosotros.
Y en algo tan humano como el dolor rente a la pérdida, solemos tomar varias posturas.
Una que es parte de cada cultura, y que suele exacerbar los signos y ritos mortuorios, señalando en parte lo ineludible de la muerte, pero también amplificando de un modo inmisericorde ese dolor que doblega. Y ni hablemos de la cuestión comercial que merodea ávida ese ámbito.
Otra postura es la de prolongar expresiones de favores flacos de alivio pasajero, sedantes de nuestras angustias.
Finalmente, hemos construido a través de los siglos todo un andamiaje de normas religiosas y de razonamientos teológicos.
No está mal, claro está, todo tiene su razón y su co-razón.
Lo importante es el signo mayor de Jesús de Nazareth, aquella tumba vacía luego de los horrores de la cruz.
Contra toda lógica y más allá de toda razonabilidad, deslumbra en toda la historia humana la Resurrección de Cristo que también es la nuestra.
La vida es tenazmente eterna, como Aquél que nos la ha regalado, y la Resurrección es esa amorosa decisión irrevocable.
Hay muchos que han partido, y que sin embargo están más vivos que otros tantos que aún merodeamos por estos arrabales mundanos.
Por ello no eludiremos el dolor pero tampoco nos ataremos a una añoranza estéril.
Somos todos hijas e hijos de una esperanza viva, esclavos felices y libérrimos de la Misericordia, hermanos del que está vivo y presente entre nosotros.
Así hoy es día de recuerdo pero también de certeza de reencuentro, pues este éxodo de nuestras muertes es comienzo antes que final. La vida es una sola que comienza aquí y que no ha de terminar, y a pesar de tanto dolor y tristeza, el abrazo bondadoso del Dios de la Vida nos une a los que hemos perdido en lo habitual pero que a su vez los hemos ganado para la eternidad que ya palpitamos en tiempo presente)
Paz y Bien
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