Para el día de hoy (07/11/12):
Evangelio según San Lucas 14, 25-33
(Cuando nos adentramos en el mar santo de la Palabra, hemos de hacerlo con confianza y dispuestos a asumir tanto su oleaje como su profundidad. La alternativa es flotar en la comodidad de la literalidad, y ese navegar solamente nos conduce a puertos de fundamentalismo y de desconocimiento del otro.
Es imprescindible que la Palabra nos golpee, nos despierte y nos reconozcamos distintos, renovados, recreados.
Por ello mismo, si nos quedamos solamente en la expresión explícita, este galileo se nos vuelve incomprensible, terriblemente contradictorio y nos asusta. Él nos había mandado a honrar padre y madre, y en apariencia ahora nos obliga a odiarlos... Esa sería una lectura superficial y falaz.
En realidad, toda la Buena Noticia debe contemplarse bajo la perspectiva de la Cruz, contrariamente a espiritualidades de gloria y éxito, en la estela del Servidor Sufriente, del amor mayor que nada quiere para sí y ofrece la totalidad de su existencia a favor de los demás.
Por allí se nos comienza a entreabrir una ventana luminosa.
Es menester detenernos por un momento en los tiempos de la predicación del Maestro: por aquellos días, las familias judías se habían férreamente cerrado sobre sí mismas para no perder su identidad, toda vez que tuvieron que soportar como pueblo destierros, diásporas, invasiones y, por ese entonces, la dominación imperial romana. Sin embargo, ese cerrarse al clan, a la tribu familiar implicaba también un exacerbado dominio patriarcal, en donde el cabeza de familia disponía de mujer, hijos y bienes como si fueran absolutas propiedades suyas, un autoritarismo consentido religiosamente, aceptado socialmente y justificado ideológicamente. Así el Maestro también afirmaba que su familia no se encontraba en el clan, sino más bien en aquellos que cumplían la voluntad de Dios.
Por ello quizás la primer condición de peregrino a Su lado sea precisamente esa, la de romper alegremente con esos lazos que limitan a los afectos, y permitir que la familia sea una comunidad siempre creciente, ligada por lazos cordiales, de raigambre espiritual que se expresa en la fraternidad y la solidaridad en lo cotidiano.
Y la segunda condición es ponerse la propia cruz al hombro y seguir sus pasos. Nada fácil. Significa aceptar por amor ser maldecidos, injuriados, considerados criminales abyectos todo por fidelidad a la mejor de las Noticias. Es llevar en la mochila todo aquello que no quisiéramos ser y nos doblega y nos trampea el paso, y a pesar de todo ello, seguir.
Tenemos un destino de resurrección, de vida plena, de hacedores de paz, de felicidad.
Esas son nuestras condiciones de peregrinos, de paso por estos arrabales)
Paz y Bien
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