Evangelio según San Lucas 11, 29-32
(Un signo -signum, segno, señal- es clave en toda comunicación; posee un significado que es común entre el emisor y el receptor, y es inequívoco a la hora de la comprensión. Señala un mensaje y realidad específicos, sin posibilidad de inducción a error.
En parte por ello, a Jesús de Nazareth escribas y fariseos le exigían un signo que avalara lo que entendían como pretensión suya de creerse enviado de Dios. En esa exigencia se esconde la soberbia que los pierde y nos ahoga, la suposición de que Dios algo nos debe, y la tenaz negación de la Gracia infinita y asombrosa, pues todo se nos dá incondicionalmente, por pura bondad.
En ese manantial perpetuo de la Providencia, el Dios de la Vida constantemente nos vá dejando señales en nuestras vidas, hitos al paso de nuestra existencia para ir hacia un horizonte cierto, para no extraviarnos, para saber que no estamos ni vamos solos y que todo está por hacerse.
En la historia de Israel, dos señales destellan con inusual resplandor: la conversión de los ninivitas por la señal del profeta Jonás y la Reina de Saba, que desde los confines del mundo de aquel entonces se acercó al rey Salomón para escuchar y aprender de su sabiduría.
Para mentes estrechas y corazones cerrados, estos dos ejemplos eran señales dolorosamente controversiales y, por ello, rápidamente olvidables: se trataba en los dos casos de extranjeros, de ajenos -en el caso de los ninivitas, de enemigos acérrimos- en los que la Misericordia de Dios se hace patente, y brilla su sabiduría.
En la requisitoria que le hacen al Maestro se esconde el mismo talante: las señales están allí, inequívocas y evidentes, pero ellos no quieren aceptarlas ni entenderlas. Por ello serán llamados generación per-versa, pues ante lo evidente, no quieren devenir en generación con-versa.
A nosotros se nos ha dado la señal mayor de Salvación, el signo del amor eterno de Dios, y ese signo no es algo, ese signo es Alguien.
A cada paso Él y los suyos nos van encendiendo señales de auxilio para enderezarnos la mirada, para que nadie se pierda, para el regreso de tantos hijos pródigos, señales de Salvación, signos santos para nuestra esperanza y nuestra alegría)
Paz y Bien
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