Para el día de hoy (24/10/12):
Evangelio según San Lucas 12, 39-48
(A menudo los derechos humanos son tan flagrante y torpemente avasallados, que su reivindicación y defensa es más que imprescindible. Máxime cuando esos atropellos se articulan no tanto a partir de dictaduras horrorosamente manifiestas, sino con las sutilezas de la inhumanidad establecida, es decir, de acciones que se llevan por delante el trabajo y las necesidades básicas de millones en aras de cierto orden internacional, especialmente en la brutalidad de los cultores de las finanzas y del dios mercado.
No es ésta una cuestión declamatoria, sino raigal: en estos arrabales debería estar en primer lugar de todas las ansias que cada uno pueda ganarse el sustento con su esfuerzo diario, que no quede a la deriva si es bendito con la llegada de la vejez, que pueda cuidar su salud y la de los suyos, que los hijos tengan escuela, que todos bebamos el agua fresca de la libertad en dignidad inalienable.
Pero somos muy pequeños y, nos creemos enormes. Y a estas crueldades mundanas solemos sumar un individualismo estéril que cada vez nos aisla más, nos separa a unos de los otros.
Nadie se salva solo.
Y gran parte de nuestros problemas comienzan en la premisa falaz de que la vida nos pertenece al modo de una propiedad privada absoluta.
Jesús de Nazareth vuelve a despertarnos de esa costumbre que nos adormece los sentidos más profundos y nos incapacita a cualquier Novedad Buena.
La vida se nos ha prestado, la tenemos en concesión, estamos de paso. Y sabedores que en un futuro no muy lejano hemos de devolverla,nos pone en perspectiva y nos viste de sentido, nos dibuja un horizonte concreto.
Sin embargo, Aquél que nos ha concedido la vida no es un acreedor violento sino un Padre bondadoso y una Madre que nos cuida, y por ello este regreso que llamamos existencia puede hacerse día a día cada vez más frutal, más pleno porque estamos atentos a devolver lo que tenemos en nuestras manos por un corto lapso enriquecido y creciente de misericordia y compasión, de solidaridad y generosidad, porque nos volvemos previsores en gratitud, en la misma bondad de Aquél que por nosotros lo ha dado todo y nada se ha guardado para sí)
Paz y Bien
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