Para el día de hoy (27/10/12):
Evangelio según San Lucas 13, 1-9
(El problema que le plantean a Jesús no era nuevo ni desconocido, y eran dos cuestiones que corrían parejas una junto a la otra.
Por un lado, un hecho brutal de la mano del pretor Pilato, el asesinato de unos paisanos galileos, muertos en el mismo Templo aparentemente.
Por otro lado, además del hecho espantoso y aberrante, persistía la creencia de que las desgracias eran consecuencia directa de las ofensas infringidas a Dios por los pecados cometidos, es decir, esos galileos mentados habían muerto a manos romanas seguramente por deudas pendientes para con su Dios.
Además, otra cuestión flota en el ambiente: sabemos que Poncio Pilato detestaba fervientemente a los judíos, y no vacilaba un segundo a la hora de la represión de cualquier atisbo nacionalista o rebelde. Esas personas le están recordando a Jesús de Nazareth -de manera tácita- que Él también es galileo, y que con todas las cosas que está haciendo y diciendo probablemente atraiga sobre sí y los suyos las iras del romano imperialista. En cierto modo, y como se asoma en su horizonte la Pasión, hay un -no digas que no te avisamos- que poco tiene que ver con la entrega total, voluntaria y libre que hace el Maestro de su vida para la Salvación.
Quizás por eso mismo Él menciona otro hecho doloroso, la muerte de varios vecinos de Jerusalem por el derrumbe de una torre; los galileos de la periferia -rebeldes militantes- y los jerosolimitanos -observantes de la ortodoxia y sin compromiso político-, todos sin excepción pueden morir del mismo modo horroroso.
Sin embargo, no es un planteo conclusivo: por toda su predicación y a través de todo su ministerio, descubrimos que el Dios Abbá de Jesús de Nazareth no es un pródigo dispensador de castigos espantosos -verdugo rápido y eficaz-, fundador de una religión retributiva, furibunda en premios y castigos.
Es el tiempo santo y asombroso de la Gracia, de lo dado sin condiciones por pura bondad, la lluvia fresca y vital que cae sobre buenos y malos por igual, un Dios que es Padre que ama y Madre que cuida a todas sus hijas e hijos.
Es el Dios de la Gracia y no de la des-gracia.
Aún cuando sea enteramente humano el preguntarse el porqué de estos aconteceres dolorosos, tenemos la certeza de que no son consecuencia de nuestras infracciones religiosas, sino quizás de las mezquindades y crueldades que campean nuestros días.
Y más, porque siempre hay más: los hechos sucedidos a los paisanos galileos y a los vecinos de Jerusalem señalan sin ambages que todos moriremos.
Lo que cuenta es como se vive, y para qué y para quién se vive. Eso, precisamente, es lo que llamamos conversión, melodía del regreso, resignificación de la existencia, ansias de trascender a pesar de nuestras limitadísimas existencias, hambre de eternidad que se fundamenta en ese amor insoslayable y maravilloso que Dios nos tiene a pesar de nuestros quebrantos e infidelidades, sabedores de que la muerte -en cualquiera de sus formas- no ha de tener la última palabra)
Paz y Bien
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