Para el día de hoy (20/10/12):
Evangelio según San Lucas 12, 8-12
(Entre Dios y el hombre hay un abismo tal que en cualquier modo y lugar sería insalvable sino fuera por el puente tendido en la Encarnación.
Ese abismo se hace aún mayor cuando se contrapone el asombroso amor misericordioso del Dios de la Vida contra nuestros quebrantos y miserias. Y es una cuestión raigal porque está en juego la verdad de quién es y cómo es Dios y quien somos y cómo somos cada uno de nosotros.
Pues en la verdad se decide nuestra libertad.
Aún cuando esa distancia nos parezca insalvable, es a la vez causa de nuestra esperanza.
Nuestras fugas, traiciones y omisiones pueden parecernos gigantes, pero el amor de Dios es siempre mayor, magníficamente abundante.
Aún sumidos en el fango de eso que llamamos pecado, la Misericordia siempre nos tiende una mano.
Pablo lo sabía bien, y por ello afirmaba que donde abunda el pecado, sobreabunda la Gracia.
La Misericordia es el maná hecho hombre en Jesús de Nazareth, Señor y compañero, Dios amigo de nuestros andares, hermano de todos.
Y lo decisivo es lo que hoy nos revela: que Dios en ante todo un Padre bondadoso y no un juez severo y verdugo eficaz.
Con las profundas y sinceras disculpas ante almas más sabias y rigurosas, Dios es Salvación, y la condena o perdición es cosa nuestra. Nosotros somos los que decidimos no reconocer lo evidente, los que rechazamos la mano amiga que nos saca del foso, los que nos encaminamos fervorosos a los fuegos del olvido.
Nosotros mismos somos causa y motivo de condenación.
Abbá Padre de Jesús y Padre nuestro es amor y salvación para todos, sin excepción, y quizás la Evangelización no sea otra cosa que volvernos testigos fieles y veraces de ese amor inconmensurable, aún en las noches más cerradas de la violencia, a pesar de las amenazas y persecuciones.
Nada temeremos, pues no vamos solos)
Paz y Bien
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