3er Domingo de Adviento
Para el día de hoy (15/12/19):
Evangelio según San Mateo 11, 2-11
La pregunta que le hace Juan al Maestro a través de sus discípulos es sorprendente y puede aparejar cierta clase de desconcierto: -¿Eres tú el que ha de venir o debemos esperar a otro?-
Representémonos por un momento la escena: el Bautista languidece en las mazmorras de Herodes, encerrado como un loco o un criminal peligroso. Sin está confundido con las palabras y las actitudes del joven rabbí galileo al que él, sin vacilaciones, ha señalado como el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo.
A pesar del encierro y de la torpe acción de los poderosos, aún cuando no entiende del todo lo que está sucediendo, actúa con franca nobleza: del modo que puede - a través de discípulos suyos- manda a preguntar al Maestro aquello que le causa profundas dudas y que cuestiona su confianza y su misión.
El tenor de la pregunta es acorde a las expectativas mesiánicas del Bautista. Aferrado a los criterios veterotestamentarios, esperaba un Mesías de fuego, bravo y terrible que entre nubes de azufre purificara violentamente a su pueblo, restaurándolo a su pureza primigenia. Pero este Cristo bendice a los enfermos, manda amar a sus enemigos a sus amigos, anuncia la paz y en todo expresa la misericordia de Dios como un servidor sufriente. Por todo eso, sus dudas son legítimas, y quizás la virtud esté precisamente en no quedarse en la oscuridad que lo embarga.
Juan y los demás deben prestar atención a los signos mesiánicos: los ciegos ven, los lisiados caminan, los leprosos son purificados, los sordos oyen, los muertos resucitan y se anuncia a los pobres la Buena Noticia. Todo ello responde a los interrogantes que se plantean acerca de la persona del Señor, de la presencia de Dios con nosotros. Porque el Creador no llega hasta nuestras existencias con el cadalso listo, sino con cantidades infinitas de amor, de justicia y de bondad.
Aún con todas sus dudas, Juan es un enorme profeta. Más todavía, es el creyente más grande, al que hay que prestar atención como Precursor de Cristo. Los poderosos como Herodes son como cañas que oscilan por el viento, poderes efímeros que se desvanecen en el tiempo. Los profetas no se acomodan en palacios ni se revisten con lujos o símbolos de prestigio. A los profetas verdaderos se los encuentra invariablemente en las afueras, en las periferias, en todos los desiertos. Allí será el ámbito propicio para el reencuentro con Dios.
Juan es el más grande, pero el más pequeño del Reino es mayor que él, porque el Reino sucede en la dinámica santa de la Gracia, y Juan se queda en sus umbrales.
Nosotros también nos confundimos y dudamos cuando campean las sombras, cuando se nos cierra la razón por los oscuros devaneos de la cotidianeidad, cuando el poder parece volverse omnímodo y ferozmente brutal, tan fuerte que no hay nada que se le oponga.
Cuando esas dudas nos aquejen, cuando nos duela el desconcierto, hay que orar, orar sin descanso, seguir confiando. Y estar atentos a las señales del cielo, señales de amor, de justicia, de paz, de compasión, de misericordia. Esas señales que acontecen con humilde tenacidad, son el signo cierto del obstinado amor que Dios nos tiene, de su presencia, del tiempo santo de Dios y el hombre.
Paz y Bien
1 comentarios:
Que aprendamos a ser Pacientes, estar Alegres y saber regocijarnos ante la próxima venida del Señor! Buen Domingo de Gaudete para todos! Paz y Bien 🙏
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