San Esteban, protomártir
Para el día de hoy (26/12/19):
Evangelio según San Mateo 10, 17-22
Con un solemne contrapunto, y en principio muy desconcertante, la Liturgia nos conduce desde la humilde y mansa profundidad de Belén, del Niño recién nacido, de los ángeles que cantan la Gloria de Dios, de los pobres que celebran su llegada, al Calvario de Esteban el primer mártir, su muerte terrible, espantosa, injusta.
Por eso mismo estos extremos pueden aparecerse como opuestos y contradictorios. Sin embargo, con notas graves y agudas en conjunto -o blancas y negras- se compone la música, y el Evangelio para el día de hoy nos ofrece en ese carácter una sinfonía majestuosa, la de la fidelidad.
Esteban es juzgado y ajusticiado por hombres profundamente religiosos, que se encienden de rabia y odio en nombre de Dios; él se había vuelto un hombre peligroso y detestable pues no podían, ni siquiera entre todos, hacerle torcer su testimonio, su entereza, su honestidad de testigo de Alguien que es muchísimo más grande que sí mismo, Alguien que lo alienta, lo sostiene e ilumina. Por eso mismo y a las puertas del horror, Esteban sólo descubre a su Dios y lo manifiesta en su perdón incoercible.
Esteban, al igual que todos los testigos fieles, no se rinde ni baja los brazos.
El Niño de Belén y el primer mártir expresan la misma realidad, el amor incondicional y tenaz de ese Dios que nunca nos abandona, que permanece contra todas las nubes negras de los apropiadores de mentes y corazones, que en plena noche resplandece con la misma verdad.
Quizás por ello nuestras vidas oscilen entre esos extremos, pues se trata del mismo amor, la misma promesa, la Buena Noticia que prevalece.
Paz y Bien
Por eso mismo estos extremos pueden aparecerse como opuestos y contradictorios. Sin embargo, con notas graves y agudas en conjunto -o blancas y negras- se compone la música, y el Evangelio para el día de hoy nos ofrece en ese carácter una sinfonía majestuosa, la de la fidelidad.
Esteban es juzgado y ajusticiado por hombres profundamente religiosos, que se encienden de rabia y odio en nombre de Dios; él se había vuelto un hombre peligroso y detestable pues no podían, ni siquiera entre todos, hacerle torcer su testimonio, su entereza, su honestidad de testigo de Alguien que es muchísimo más grande que sí mismo, Alguien que lo alienta, lo sostiene e ilumina. Por eso mismo y a las puertas del horror, Esteban sólo descubre a su Dios y lo manifiesta en su perdón incoercible.
Esteban, al igual que todos los testigos fieles, no se rinde ni baja los brazos.
El Niño de Belén y el primer mártir expresan la misma realidad, el amor incondicional y tenaz de ese Dios que nunca nos abandona, que permanece contra todas las nubes negras de los apropiadores de mentes y corazones, que en plena noche resplandece con la misma verdad.
Quizás por ello nuestras vidas oscilen entre esos extremos, pues se trata del mismo amor, la misma promesa, la Buena Noticia que prevalece.
Paz y Bien
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