Para el día de hoy (13/11/18):
Evangelio según San Lucas 17, 7-10
Nuestra fé a menudo se disuelve en criterios mercantiles, una pretendida religiosidad comercial en donde se trocan piedades acumuladas por beneficios divinos.
Y suelen brotar, claro está, rotundos ataques de importancia en donde suponemos que Dios debe actuar de un modo específico, acorde a lo que inferimos, como si en ese plano mundano imaginemos a Dios como un mero deudor de nuestros días. Una fé que se per-vierte porque no se con-vierte.
Esa postura tiene también severas consecuencias en nuestra relación con el prójimo, consecuencias directas y contundentes. Si Dios es nuestro deudor, ¿qué esperar del hermano?.
La humildad ausente reniega de la Gracia e impide la fraternidad y la justicia.
Vivimos en un tiempo santo -kairós- tiempo propicio de Dios y el hombre. Hemos sido invitados a trabajar, a ser partícipes de los andares de Salvación, simples trabajadores del Reino aquí y ahora, merced a su infinita bondad y misericordia, pues mérito alguno tenemos.
Ser trabajadores del Reino implica ser considerados con asombrosa confianza, parte de su familia. Todo lo que hacemos bien, precisamente, tiene su origen allí, o mejor dicho, tiene su origen en Él.
Siervos inútiles, trabajadores del Reino en donde lo importante, lo que cuenta, es que el Reino venga y sea.
Trabajadores como los santos, sencillamente felices por hacer lo que debían, sin la búsqueda de aplausos o reconocimientos, en paz en el tiempo del regreso pues han hecho lo que se les ha mandado y por eso han sido plenos, felices para mayor gloria de Dios.
Paz y Bien
Y suelen brotar, claro está, rotundos ataques de importancia en donde suponemos que Dios debe actuar de un modo específico, acorde a lo que inferimos, como si en ese plano mundano imaginemos a Dios como un mero deudor de nuestros días. Una fé que se per-vierte porque no se con-vierte.
Esa postura tiene también severas consecuencias en nuestra relación con el prójimo, consecuencias directas y contundentes. Si Dios es nuestro deudor, ¿qué esperar del hermano?.
La humildad ausente reniega de la Gracia e impide la fraternidad y la justicia.
Vivimos en un tiempo santo -kairós- tiempo propicio de Dios y el hombre. Hemos sido invitados a trabajar, a ser partícipes de los andares de Salvación, simples trabajadores del Reino aquí y ahora, merced a su infinita bondad y misericordia, pues mérito alguno tenemos.
Ser trabajadores del Reino implica ser considerados con asombrosa confianza, parte de su familia. Todo lo que hacemos bien, precisamente, tiene su origen allí, o mejor dicho, tiene su origen en Él.
Siervos inútiles, trabajadores del Reino en donde lo importante, lo que cuenta, es que el Reino venga y sea.
Trabajadores como los santos, sencillamente felices por hacer lo que debían, sin la búsqueda de aplausos o reconocimientos, en paz en el tiempo del regreso pues han hecho lo que se les ha mandado y por eso han sido plenos, felices para mayor gloria de Dios.
Paz y Bien
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