Jesucristo, Rey del Universo
Para el día de hoy (25/11/18):
Evangelio según San Juan 18, 33b-37
El ámbito en donde se desarrollan los acontecimientos que nos brinda la lectura de este día es el pretorio, es decir, la residencia del gobernador romano -aquí, Poncio Pilato- cuando éste se encontraba en Jerusalem; el pretor habitualmente residía en Cesarea, pero se constituía en la Ciudad Santa para las fiestas más importantes, o por circunstancias políticas muy especiales.
Pilato es el delegado del César en la provincia vasalla, y como tal detenta la soberanía imperial sobre personas, territorios y bienes. Esa potestad absoluta también refiere a la autoridad de ejecutar o nó a los condenados a muerte.
Al pretorio llevan entonces al rabbí galileo maniatado como un criminal, entre sombras, pues las autoridades religiosas temen un levantamiento popular en favor del Nazareno. Sin embargo, hay otros motivos importantes: por un lado, el Sanedrín ha condenado a muerte a Jesús por encontrarlo culpable del delito capital de blasfemia, en un proceso amañado y virulento de odio. Como ese consejo superior carece de facultades ejecutorias, lo envían donde el procurador romano. Pero además, han de apurarse: al prisionero lo dejan a las puertas del pretorio, pues la sola presencia extranjera supone un contacto con lo impuro que evitan a toda costa, y el horario no es fortuito. Las prisas radican en el cercano inicio del Shabbat.
La antinomia es dura. Hombres que se afanan por igual en permanecer rigurosamente observantes de los preceptos religiosos y puntillosos en sus deseos de muerte de un inocente.
La escena estremece. Ese Cristo es un hombre solo, abandonado por sus amigos, frente al pretor que representa el poder omnímodo y brutal de Roma, de la opresión, de la brutalidad de las legiones estacionadas allí cerca. Un hombre solo frente al pretor, frente al imperio, frente al mundo.
Y Pilato vacila: la línea políticamente correcta le indica que debe ejecutar sin más trámites a los culpables de sedición, y nó a los condenados por juicios religiosos. A Roma le importa y compete la sumisión, no la religión. Sus dudas surgen porque ese humilde galileo reivindica un reinado extraño, y no sabe si ello supone una amenaza al poder imperial...y a su propio status de pretor; Pilato, con un antisemitismo que no oculta, desprecia con abierto fervor a los acusadores de Jesús, pero al igual que ellos está atrapado por los preconceptos y la ideología, y así relativiza la fuerza liberadora de la verdad, en la búsqueda de un sucedáneo que aquiete su conciencia.
En esa estancia hay dos hombres, pero Cristo no es el prisionero aunque esté maniatado. La libertad fiel con la que enfrentará el horror de la cruz es absoluta. Pilato es el verdadero cautivo, aunque pueda moverse con libertad.
Así entonces Cristo será ejecutado como un subversivo, como un criminal marginal por no reconocer como Dios al César, por ser testigo íntegro de la verdad de Dios, por renegar de toda violencia e imposición, por desertar alegremente de toda ansia de dominio, por reivindicar al verdadero poder que es el servicio.
Su reino es veraz, cósmico, universal, pero su Reino no es de este mundo. Su Reino es el de los que entregan su vida para bien de los demás, su Reino es el territorio fértil de las almas, su Reino es el de los edificadores de paz y justicia, su corte se compone de los pobres, los pequeños y los sencillos, y su palacio se encontrará en la calidez de los corazones que guarden su Palabra.
A Cristo nuestro Rey volvemos a dejarlo solo frente a los caprichos de los poderosos, cuando cedemos al cenagal tentador del relativismo, cuando abdicamos de hacer pié en la verdad, cuando renegamos del hermano.
Que el Espíritu del Resucitado nos conduzca nuevamente a honrarlo en espíritu y en verdad, en ofrendas diarias de mansedumbre, en tributos generosos de compasión para con el hermano, en la humilde alabanza de la gratitud.
Paz y Bien
Pilato es el delegado del César en la provincia vasalla, y como tal detenta la soberanía imperial sobre personas, territorios y bienes. Esa potestad absoluta también refiere a la autoridad de ejecutar o nó a los condenados a muerte.
Al pretorio llevan entonces al rabbí galileo maniatado como un criminal, entre sombras, pues las autoridades religiosas temen un levantamiento popular en favor del Nazareno. Sin embargo, hay otros motivos importantes: por un lado, el Sanedrín ha condenado a muerte a Jesús por encontrarlo culpable del delito capital de blasfemia, en un proceso amañado y virulento de odio. Como ese consejo superior carece de facultades ejecutorias, lo envían donde el procurador romano. Pero además, han de apurarse: al prisionero lo dejan a las puertas del pretorio, pues la sola presencia extranjera supone un contacto con lo impuro que evitan a toda costa, y el horario no es fortuito. Las prisas radican en el cercano inicio del Shabbat.
La antinomia es dura. Hombres que se afanan por igual en permanecer rigurosamente observantes de los preceptos religiosos y puntillosos en sus deseos de muerte de un inocente.
La escena estremece. Ese Cristo es un hombre solo, abandonado por sus amigos, frente al pretor que representa el poder omnímodo y brutal de Roma, de la opresión, de la brutalidad de las legiones estacionadas allí cerca. Un hombre solo frente al pretor, frente al imperio, frente al mundo.
Y Pilato vacila: la línea políticamente correcta le indica que debe ejecutar sin más trámites a los culpables de sedición, y nó a los condenados por juicios religiosos. A Roma le importa y compete la sumisión, no la religión. Sus dudas surgen porque ese humilde galileo reivindica un reinado extraño, y no sabe si ello supone una amenaza al poder imperial...y a su propio status de pretor; Pilato, con un antisemitismo que no oculta, desprecia con abierto fervor a los acusadores de Jesús, pero al igual que ellos está atrapado por los preconceptos y la ideología, y así relativiza la fuerza liberadora de la verdad, en la búsqueda de un sucedáneo que aquiete su conciencia.
En esa estancia hay dos hombres, pero Cristo no es el prisionero aunque esté maniatado. La libertad fiel con la que enfrentará el horror de la cruz es absoluta. Pilato es el verdadero cautivo, aunque pueda moverse con libertad.
Así entonces Cristo será ejecutado como un subversivo, como un criminal marginal por no reconocer como Dios al César, por ser testigo íntegro de la verdad de Dios, por renegar de toda violencia e imposición, por desertar alegremente de toda ansia de dominio, por reivindicar al verdadero poder que es el servicio.
Su reino es veraz, cósmico, universal, pero su Reino no es de este mundo. Su Reino es el de los que entregan su vida para bien de los demás, su Reino es el territorio fértil de las almas, su Reino es el de los edificadores de paz y justicia, su corte se compone de los pobres, los pequeños y los sencillos, y su palacio se encontrará en la calidez de los corazones que guarden su Palabra.
A Cristo nuestro Rey volvemos a dejarlo solo frente a los caprichos de los poderosos, cuando cedemos al cenagal tentador del relativismo, cuando abdicamos de hacer pié en la verdad, cuando renegamos del hermano.
Que el Espíritu del Resucitado nos conduzca nuevamente a honrarlo en espíritu y en verdad, en ofrendas diarias de mansedumbre, en tributos generosos de compasión para con el hermano, en la humilde alabanza de la gratitud.
Paz y Bien
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